
El antiguo almacén de la puerta de Pescaderías se abastecía desde A Mariña
14 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Son escasas las referencias en la documentación histórica a la plaza de la Sal de Monforte. Las más antiguas corresponden al siglo XVII, lo que no significa que con anterioridad ya existiera una zona monfortina denominada así. Hallamos algunas citas a la monfortina plaza de la Sal en antiguos escritos que tuvimos la oportunidad de estudiar y que puso a nuestro alcance el siempre recordado Constantino Vila, localizados en una casa comprada a finales de la década de los noventa en la antigua calle de los Sedeiros, el tramo del Cardenal más próximo a la plaza de España. La vivienda había pertenecido tiempo atrás a un antiguo escribano que tenía en el inmueble su despacho y allí aparecieron documentos de entre los siglos XVI y XIX.
La plaza de la Sal ocupaba el espacio inmediato a la puerta de Pescaderías, intramuros de la villa y contigua a la Rúa Vella, Falagueira y Pescaderías. El lugar era indicado, toda vez que fuera de la muralla y a la altura de la mencionada entrada se encontraba la «carnecería pública». A partir de comienzos del siglo XIX, incluso el antiguo ayuntamiento que tuviera su sede en un caserón de la calle Falagueira próximo a la citada plaza, fue destino de los tablajeros. Todo ello estaba vinculado al salazón de carnes y pescados.
Algunos legajos de la colección que pertenecía al desaparecido Tino Vila hacen referencia a la denominada plaza de la Sal. Uno de estos documentos, del año 1728, siendo alcalde «don Joseph Benito de Losada y Quiroga» alude a «Pedro López Ledo, del barrio de la plaza de la Sal esta mesma villa». Otro legajo suelto, sin foliar, de fecha 3 de abril de 1761, cita como vecina de la plaza de la Sal a Catalina Enríquez, que era viuda de Pedro Valcarce.
Obligaciones del contrato
El alfolí era el almacén de la sal, producto muy preciado desde antiguo. En el año 1842, en un Boletín Oficial de la Provincia del mes de abril, se puede leer una disposición de la Comisión Provincial de Sales que anuncia que se admitirán proposiciones para el transporte de la necesaria para el establecimiento de un alfolí en Monforte. El anuncio establecía asimismo las condiciones para proceder al suministro. «El alfolí de Monforte se surtirá del de Ribadeo. La distancia entre ambas villas se contara de 23 leguas», precisaba. La legua es una antigua medida de longitud que expresaba la distancia media que una persona podría caminar a pie durante una hora. Equivalía a tres millas romanas, es decir, unos 4,435 kilómetros.
Según el boletín, el contratista del abastecimiento al alfolí quedaba obligado a llevar a Monforte «10.000 fanegas de sal de 112 libras castellanas cada una desde la época de aprobación del contrato a fin de septiembre de este año». «Los conductores de sales recibirán en el punto de surtido además de la guía correspondiente un saco tarado, cerrado, sellado y marcado, que servirá de tipo o escandallo en el punto de entrega para ajustar las mermas que pueda haber tenido el fruto en el transporte», detallaba el contrato.
Juzgado por exceso de celo
En el año 1843 se indica que Hilario Ogando, vecino de Monforte y sargento de carabineros de la Empresa de la Sal en la provincia de Lugo, es juzgado por el exceso en el desempeño de las obligaciones de su instituto. Se le condena a la multa de 20 ducados o dos meses de prisión, resultando insolvente. Hilario pertenecía a una destacada familia afincada en Monforte y, por estos años, también en la parroquia de Lobios, perteneciente al municipio de Sober. Antonio Ogando había sido el depositario municipal y regidor de Monforte, como luego sería también Jesús Ogando.
Ignacio López Lago Yáñez era el representante de la Empresa de la Sal en el partido de Monforte a mediados del siglo XIX. Casado con Ana Blanco, natural de Ponferrada, Ignacio ejercía también de juez de paz y como tal, hacía funciones de juez instructor provisional. En 1836, un grupo de bandoleros roban su casa, siendo luego apresados. Como representante de la Empresa de sales de Monforte tiene que intervenir en diciembre de 1842 al denunciar el regidor de Sober Juan Castroseiros, que los carabineros de la empresa le habían robado el 16 de noviembre de ese mismo año 60 reales en el sitio de A Lama da Carqueixa, parroquia de San Salvador de Figueiroá. El alcalde del distrito de Sober certifica que llamadas todas las partes, y en un careo de Ignacio López de Lago con los carabineros de Monforte y el presuntamente robado, quedó de manifiesto que ninguno de los que se presentaron fueron autores del hurto.
López Lago desempeña el cargo de teniente de alcalde del partido judicial monfortino en el año 1844, siendo alcalde primero Ignacio Timoteo Yáñez Ribadeneira. En la relación de contribuyentes de 1846 se le cita con 56 reales, una cifra notablemente alta en comparación a la media que pagaban la totalidad de los contribuyentes. Fallece en el año 1866, sin hijos.
Referencias a los puntos de venta que funcionaron en otros tiempos
Todavía en el año 1948 se puede leer en el Boletín Oficial de la Provincia como el Ayuntamiento de Chantada prestaba su conformidad al traspaso que Elvira Bouza González hiciera a favor de Jesús López Ledo, de una tablajería en la denominada «casa Alfolí», inmueble que previsiblemente mantendría el nombre de la actividad relacionada con la venta de sal que desempeñar en otra época. Por otra parte, en el año 1950, por acuerdo de fecha 1 de mayo, ese mismo Ayuntamiento anunciaba la pública subasta de la explotación de los puestos de tablajerías en la «casa Alfolí» de la villa chantadina, que era de titularidad municipal. También hay algunas referencias de hace más de un siglo sobre puntos autorizados para la venta de sal en municipios de la comarca de Lemos. Por ejemplo, el Concello de Pantón pagaba de alquileres por el alfolí que funcionaba en su capitalidad el año 1863 la cantidad de 174 reales y cincuenta céntimos.
Los ambulantes solo podían vender los días de feria o mercado
La comercialización de sal, según las prescripciones recogidas en la Real Orden de 3 de septiembre y de la Dirección General de Rentas Estancadas de 2 de noviembre de 1855, no se podía realizar, tanto por los expendedores fijos como los ambulantes sin la competente licencia de la administración, ni en otro punto diferente que el que ella designara con ese fin. Las normas vigentes en aquella época determinaban que los vendedores fijos no podían desempeñar su cometido fuera del establecimiento autorizado, mientras que los ambulantes nunca podían hacerlo en sus domicilios y fuera de las ferias y mercados.
La sal tampoco podía venderse entonces por medida que no fuese la libra castellana, ni tampoco en mayor cantidad que la de 24 libras. Cuando la distancia del alfolí donde se adquiría el artículo era mayor de una legua, y la cantidad de sal comprada excedía de un quintal, había obligación de tomar la guía correspondiente, una especie de salvoconducto que se concedía al comprador de forma gratuita.
Además, los expendedores que despachaban este preciado producto tenían la obligación de anotar en las libretas de que disponían las compras del artículo en el alfolí donde fueran realizadas, siendo los administradores los que realizarían tales asientos, siempre que les constase y así se lo demandasen.
Encargados de la vigilancia
Los alcaldes, pedáneos, administradores subalternos de estancadas, verederos o cualquier dependiente de la administración o del resguardo de carabineros estaban obligados a vigilar el correcto y perfecto cumplimiento de todas estas normas relativas a la venta de la sal. En junio de 1857, a través de la publicación de una providencia judicial se indica que don José María Ulloa, auditor honorario de Guerra y juez de primera instancia de Hacienda de la ciudad y provincia de Lugo «llama y emplaza por término de treinta días, a la persona que se crea con derecho a un bulto de géneros de lícito e ilícito comercio, aprehendido por la Guardia civil el alfolí de sales de la villa de Monforte».
En el año 1861 en la administración de Monforte donde se encontraba el alfolí tenían que remesar la cantidad de 1.100 quintales de sal, siendo la distancia entre el depósito hasta el alfolí de 21 leguas y el precio que debía de abonarse por cada quintal de sal de 13 reales.