Cuídate, Paco

Valle López de la Villa

CASTROVERDE

14 oct 2021 . Actualizado a las 18:17 h.

«Cuídese, Eminencia», me deja siempre Paco. «Cuídese, Ilustrísima», le respondía con igual ceremonia, reproduciendo un ritual que comenzó en la primavera de 2013 y que, de manera súbita, y profundamente injusta, ha llegado a su fin.

 A esas palabras él añadía una cierta ceremonia que nunca resultaba forzada, sino que brotaba con naturalidad, sin impostación, porque en él nada era impostado o fingido. Es lo que tiene nacer elegante y bajo la bendición de Petronio.

 Empecé a tratar al artista hace algo menos de una década, pero me parece que lo conozco de toda la vida, que crecí con él en su Castroverde natal, patria chica que tanto quería.

 Paco, más que meterme en tu vida, me adoptaste. Porque eso es lo que hacía él: te adoptaba, te tomaba bajo su tutela, como una gallina desplegando las alas para salvaguardar a la nidada, y ahí te hacía partícipe de todo lo bello que puede ofrecer la existencia: sincera amistad, leal consejo, simpatía a raudales, franca empatía y una firme elección de habitar en la parte bella que ofrece la vida. Un ácrata vitalista, un legionario anarquista. Está visto que todas las vidas podían caber en una.

 En un Lugo grisáceo y esquistoso él aparecía a lomos de su bicicleta como un cometa de colores que todo lo alegraba a su paso. En la urbe monocroma él era la estela polícroma. Iluminaba el espacio que ocupaba aún vistiendo de negro, cual representante del Sóviet de Volgogrado. Así iba vestido la última vez que vi y así se lo dije.

 Paco, qué solos nos dejas ante la fealdad. Qué solos nos dejas ante la medianía y la monotonía. Somos legión (que no legionarios como tú) los que te vamos a echar de menos, somos legión los que daremos un respingo al ver una bicicleta en el horizonte de Obispo Basulto o aparcada al lado de La Modernita. Daremos un respingo porque, habituados a tu familiar silueta en el paisaje local, pensaremos que estos tres días han sido una pesadilla, una mentira evanescente y que sigues entre nosotros. Y qué solos seguiremos al ver que la pesadilla es real. Cuídese, Ilustrísima.