El fútbol no entiende de modelos de juego, ni de tácticas, ni de estrategias, ni de sistemas. El fútbol está en el corazón, en lo que haces sentir, en la huella que dejas. Me atrevería a decir que ni siquiera en la categoría en la que compites, tampoco en la meta, a veces caprichosa en el último metro, en el esprint final. Cae de un lado o de otro de forma antojadiza. El fútbol está en el camino que recorres.
En la incertidumbre de un marcador, en la arbitrariedad de una decisión, en la audacia de una jugada, y todo esto te lleva al todo o a la nada, a la absoluta felicidad o al infortunio más completo en un segundo. Es pasión, es vehemencia, es arrebato.
Al filo del primer tercio de campeonato, estos jugadores lo han cambiado todo. Han convertido el estadio en una fiesta y han provocado de la mejor manera posible un interés casi olvidado. Los jóvenes son alborotadores por naturaleza, desafiantes. Coquetean con descaro ante las adversidades y han conseguido enganchar, despertar, avivar, animar, estimular a una afición que va detrás de ellos sin dudar.
No creo que solo el sacho sea la única herramienta utilizada, lo entiendo más como un símbolo, una insignia, un distintivo de unidad. Unidad en el césped, en el despacho, en el palco y en la grada. Hay algo más, no solo es sacrificio y entusiasmo a raudales, también hay talento y futuro, orden y método. Los ocho o diez partidos necesarios para toda adaptación y engranaje que en mi opinión todo equipo necesita convierten el plan en convincente y persuasivo a partes iguales. Hay propósito, intención e idea, diáfanos. Lo cual invita al optimismo y también a la prudencia. Ambos términos totalmente compatibles teniendo en cuenta que el fútbol además de lo anteriormente comentado, es un juego.
Y está el partido, el presente, el estadio, el bullicio y una nueva demostración de pasión, entusiasmo y delirio colectivo. Hubo de todo ante el mejor equipo que en mi opinión pasó por Lugo esta temporada y esto da mucho más mérito al rendimiento rojiblanco. Intensidad, energía y fuerza sin flaquear ni un instante. Cuando se ataca no se especula, cuando se defiende, todos a las trincheras.
Se empató, como se pudo ganar y también se pudo perder, pero el resultado en el pitido final era lo de menos. Lo importante era cómo nos hizo sentir este grupo de jugadores, la comunión con cada seguidor y especialmente descontar días para ver de nuevo a este equipo en dos semanas. Se nos va a hacer eterna la espera.