Hace 40 años, Lugo esperaba una nueva carretera de unión con la costa

Xosé María Palacios Muruais
XOSÉ MARÍA PALACIOS REDACCIÓN / LA VOZ

MURAS

PALACIOS

El desarrollo industrial de A Mariña hacía necesarias nuevas infraestructuras

09 dic 2020 . Actualizado a las 14:05 h.

Para quienes viven en Asturias o tienen algo de relación con esa comunidad, la «Y» no solo es una letra sino la denominación de la autovía Gijón-Oviedo-Avilés, que construyó en los años setenta y que enlazaba esas tres ciudades. La autovía del Cantábrico (A-8) y la Ruta de la Plata (A-66) discurren actualmente por el trazado puesto en servicio hace casi 45 años. En aquellos tiempos, al oeste de Asturias empezaba a cobrar forma una idea con la que la «T» sería algo más que una letra.

La comunicación de Lugo con la costa y la conexión de los municipios del litoral mariñano era entonces deficiente. Para ir de la ciudad amurallada a A Mariña era necesario pasar -de este a oeste, en función del lugar- por el Marco de Álvare (A Pastoriza), A Xesta (Abadín) o A Gañidoira (Muras). Las curvas a ambos lados de esos puertos -el murense, el de mayor altitud, apenas rebasa los 700 metros- y la abundancia de curvas complicaban el viaje. Por su parte, la zona costera tuvo a finales de los setenta un bum más potente que el del ladrillo, con la construcción de la factoría de Alúmina Aluminio en San Cibrao.

El contraste entre la expansión económica y las infraestructuras existentes resultaba evidente, y en 1980 el gobernador civil de Lugo, Eduardo Fernández Combarro, exponía en el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo (MOPU) la urgencia de esa carretera. «Para la industrialización de la provincia, es una carretera vital», afirmaba.

La obra parecía destinada a articularse en dos partes y en dos fases, el trazado costero y la conexión con la capital de la provincia. El gobernador aseguraba que la comunicación con Lugo debería diseñarse con un trazado de Lourenzá a Abadín y de Abadín a la ciudad amurallada por Castro de Ribeiras de Lea. Admitía que la situación económica del país y las limitaciones presupuestarias podían condicionar las obras, aunque sin olvidar su urgencia.

Solo una letra

La conclusión de la A-8 mejoró las comunicaciones, aunque de Barreiros a Viveiro no hay autovía y la supresión del paso por A Xesta dejó paso al trazado por el alto do Fiouco (A Pastoriza), también condicionado por las nieblas e incluso por el viento. La conexión de Lugo con la costa carece de una vía de alta capacidad, aunque 20 años después d aquel proyecto se registró una reaparición fugaz: la Xunta planeaba en el 2000 que la carretera LU-113 (Rozas-Abadín) tuviese hechuras de alta capacidad y pudiese transformarse en autovía.

El firme mejoró y algunos puntos peligrosos de esa vía desaparecieron, pero la «T» no pasó de ser en Lugo una letra del abecedario.