El párroco recuperó el templo de Ribas do Miño, abandonado por la llegada del embalse
22 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando el agua del embalse de Belesar llegó a Portomarín o Paradela, algunos vecinos la recibieron en sus casas con las maletas apenas sin hacer. Otros, sin embargo, se apresuraron a construir su vida fuera del alcance del agua. Es lo que le pasó a la iglesia de Ribas do Miño, en el término municipal de O Páramo. Sus feligreses se mudaron a la «igrexa nova» llevándose con ellos casi todos los restos de sus seres queridos. Pero finalmente el agua no llegó al templo original y desde 1963 se cubrió por completo de maleza, árboles, hiedras... Desapareció entre el verde. Hace siete años, el párroco José Manuel Castro se decidió a recuperar el templo. Entre las ruinas, ahora visitables, creció una gran cerdeira sobre la que el cura construyó un banco. «O Banco da Cerdeira é agora un lugar de reflexión e desconexión para todo aquel que o desexe», explica.
José Manuel Castro hace rutas guiadas por O Páramo para descubrir sitios desconocidos. Uno de ellos, del que tan solo había oído hablar, era la iglesia vieja de Santiago de Ribas de Miño. No la había visto porque estaba escondida bajo una gran capa de maleza. «No 2015 comecei a buscar a entrada, que erroneamente mirei primeiro por diante, pero resultou ser traseira», relata. Poco a poco, durante meses de trabajo, fue desbrozando la madera, cortando los árboles y arrancando las fuertes raíces que habían crecido hasta el alto de la fachada de la iglesia.
Primero descubrió el entorno del edificio, donde aparecieron nichos de cuatro familias a las que localizó: «Algunhas están fóra e outras no pobo. De feito, desde que é accesible están volvendo traer flores aos seus antepasados».
Reconstruir el interior
El siguiente paso fue el interior del tempo, donde también tuvo que cortar árboles, barrer y recolectar las lousas, piedras y tejas para volver a colocarlas «como un puzle» y reconstruir como había sido antes de ser abandonado. Lo que Castro no tocó fue una gran cerdeira, sobre la que construyó un banco con palés que da directamente a la puerta lateral. «Un pode sentar aquí e observar as preciosas vistas ao encoro», cuenta. Lo apodó O Banco da Cerdeira.
Además, el párroco contó con la ayuda un vecino de 86 años que nació en la casa que se encuentra junto a la iglesia, que también fue abandonada por temor a que llegase el agua. «Co que el recordaba de cando era pequeno, reconstruímos o interior e o acondicionamos», cuenta. Según las directrices del paramés, recreó los dos altares, uno principal, el de Santiago, que solo se usaba en las fiestas, y otro secundario: «Fun encaixando as lousas para facer o chan, unha rampla principal e tamén o soporte dos dous altares».