La aldea de Lóuzara que tenía siete cantinas: «A xente camiñaba 15 kilómetros para vir»

SAMOS

A Ponte era como un «centro comercial», pero desapareció. El dueño de una de las cantinas recuerda ahora aquella época en una feria que la rememora
18 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Hay una aldea en Samos que solo tiene vida una vez al año. Un día sirve para rememorar lo que fue un pueblo con función de «centro comercial». Es Ponte de Lóuzara, en el valle con el mismo nombre. Un paisaje que colinda con O Courel y que ocupa una comarca que estuvo repleta de vida el siglo pasado. En A Ponte coexistían siete cantinas a las que acudían los más de 900 vecinos de la zona, además de los del resto del concello de Samos e incluso de Sarria. Ahora ya no vive nadie en la aldea y los negocios desaparecieron. Sin embargo, desde hace 14 años, José García, un autóctono de Lóuzara, decidió organizar el 17 de agosto una feria que rememora los grandes tiempos de A Ponte. A ella acude cada año José Pumarega desde Santiago, el dueño de una de las siete cantinas: «Levei unha alegría enorme cando souben que facían esta festa».
Pumarega nació en A Ponte y creció en la cantina. Ya la regentaba su padre. «Era coñecida como O Café, porque tiñamos unha cafeteira exprés que non tiñan o resto», recuerda. Define su aldea natal como un lugar con «moitísimo ambiente». Todas las casas del pueblo tenían cantina, eran siete. Los vecinos iban pasando una por una desde la parte baja hasta la alta. «Era como a rúa dos viños». En todas podían comer o cenar, porque estaban abiertas todo el día, y, sobre todo, beber. «A costume era que viñese un grupo e pedira una xerra de medio litro de viño cun só vaso, bebían todos polo mesmo», relata. Para la comida, cada casa estaba especializada en alguna, había una famosa por su pulpo u otra por sus callos. Algunos tenían comedores de hasta 80 personas que se llenaban los fines de semana y también tenían reclamo de lunes a viernes.
Entre comida, sobremesa y cena, muchos vecinos se pasaban el día en las cantinas jugando la partida o, simplemente, socializando. La zona tenía tanta fama que «viña xente a pé dende Samos ou en cabalo dende Sarria, porque daquela había moitas cabalerías por Lóuzara», relata Pumarega. Desde el núcleo rural de Samos hay 15 kilómetros de distancia. «Naquel momento estabamos moi incomunicados, pero a xente viña igual».
Las familias como la de Pumarega se dedicaban solo a la cantina, aunque la complementaban con la agricultura o la ganadería. Además, el día 17 de cada mes había una gran feria en A Ponte, donde se organizaban grandes comidas y se vendía ganado. «Foi unha época plena». Los habitantes del valle le dieron a Lóuzara más vida incluso que la llegó a haber en Sarria. Sin embargo, las grandes localidades empezaron a crecer y las aldeas mermaron.
De todo a nada
«Traballábase moito e se ganaba moi pouco, vendendo viño sobrevivías pero non tiñas beneficios», asegura el dueño de la antigua cantina. Pumarega dejó Lóuzara en la década de los 80 para trabajar como cartero en Santiago de Compostela. Las ciudades y los pueblos más grandes daban mejores oportunidades y fue así como los habitantes de Lóuzara empezaron a emigrar. Los vecinos descendieron y con ellos fueron cerrando poco a poco las cantinas hasta que el valle se quedó prácticamente vacío. «Agora os novos non queren traballar aquí pero tampouco o quere a xente máis maior, que tamén se marchou», apunta Pumarega.
Sin embargo, la vinculación de las segundas o terceras generaciones de aquella Ponte de Lóuzara no perdieron el vínculo. Muestra de ello es José García, que, aunque ahora vive en Samos, está al frente desde hace 14 años de la Feria de Artesanía e Produtos Artesanais de A Ponte. El 17 de agosto, los pulpeiros y la mejor carne de Samos vuelven a ocupar el histórico lugar de la feria. Este miércoles se celebró la edición número 13 y, aunque la lluvia menguó los visitantes, vecinos y emigrados se reunieron al son de música la tradicional. José Pumarega era el único cantinero: «Non me perdo a feira, encántame volver aínda que me da un pouco de pena».