El matrimonio que trabajó en el desaparecido Balneario de Céltigos: «Recibíamos maxistrados»

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA SARRIA / LA VOZ

SARRIA

Pedro e Inés López
Pedro e Inés López U.C.

Pedro e Inés López son de los últimos empleados que recuerdan el complejo, que causó furor con su manantial curativo de 1910 a 1960

09 jul 2023 . Actualizado a las 20:05 h.

Hace un siglo, el ajetreo social y laboral del concello de Sarria no se encontraba en la capital, sino en la parroquia de Céltigos. La razón eran los «bañeiros» Así le siguen llamando a los que fueron clientes del Balneario de Céltigos, el complejo que nació de un manantial del que pasó a nutrirse Fontecelta. Su historia se va perdiendo en la memoria colectiva de la comarca, aunque todavía resisten los últimos trabajadores, como el matrimonio de Pedro e Inés López. 

El Balneario de Céltigos vivió su época de esplendor entre 1910 y 1960. Su origen era una simple charca que los vecinos ya empleaban para darse baños porque creían que era beneficioso para la salud, de la que surgió un manantial. Además, había grandes yacimientos de lodos. Así que el agua o bien se podía beber o los clientes se bañaban en una gran piscina de lodo.

Reproducción de un anuncio del Balneario de Céltigos
Reproducción de un anuncio del Balneario de Céltigos

La construcción del balneario dio trabajo a numerosos vecinos de la zona. Entre ellos, Pedro López. A sus 87 años, se acuerda cuando empezó a trabajar en el complejo termal con 16. Era un operario que atendía a lo que le mandasen. «Estiven na recepción collendo o teléfono, lavei frascos, fixen masaxes, traballei na horta que había para dar de comer aos clientes...», recuerda. 

El vecino de Larín vivió la transformación y crecimiento del balneario. Colaboró desde la construcción del muro que cerraba el recinto, la ampliación o la construcción del apeadero de tren de Pedrelos-Céltigos, que se construyó para dar servicio al complejo. «Recordo poñer os ladrillos a man». Antes de la parada, había que realizar un viaje de siete kilómetros a caballo.

«As que daban os baños ganaban mais pola propina que lles daban os clientes que co sueldo porque eran xente importante»

Desde que el balneario tuvo su propia parada de tren, Pedro López pasó a ser «o servizo de taxi da época». Esperaba en el apeadero al tren para recibir a los clientes y llevarles las maletas hasta el edificio. Había varios viajes al día. Aún así, el mejor puesto, asegura este sarriano, fue el que consiguió su mujer, dando los baños. 

En las propias labores termales la mayoría eran mujeres, como otra de las hermanas de Pedo. En total, eran seis hermanos y todos trabajaron en el balneario. En la zona de baños o masajes «ganaban mais pola propina que lles daban os clientes que co sueldo». Y es que los que acudían hasta el balneario no eran visitantes cualquiera.

«Viñan maxistrados coas súas amizades, xente importante, conferenciantes...», recuerda Pedro. Y también mucha gente de buena situación económica que acudía porque tenía problemas de salud. «Tiñamos que encher garrafas de agua porque a xente as compraba para curacións».  Este matrimonio de sarrianos no se quedó sin probar la «milagrosa» agua. «Sabía coma ovos podres, nunca olvidarei ese olor», bromea.

Piscina de lodos
Piscina de lodos

El balneario cerraba en los meses de inverno, cuando una de las hermanas de Pedro junto a otro vecino se encargaban del mantenimiento de las instalaciones y de la huerta. Mientras funcionaba, el trabajo era duro: «Dábannos unha ración de pan e había días que descansábamos unas dúas horas».

Bailes y camas de refuerzo en las casas del pueblo

Para todos los clientes del reconocido balneario, más allá de los servicios termales, el pueblo se volcaba en atenderlos. Incluso había una médica destinada permanentemente. De aquellas, había varias cantinas en el entorno, que daban de comer y, sobre todo, celebraban fiestas. 

«Toda a xente de Sarria viñan para Céltigos». Andando o en bicicleta, el ambiente de última hora del día se concentraba en la parroquia sarriana. El evento más famoso eran los bailes.  El gran número de «bañeiros» que acudían cada día, hacía que los vecinos de las aldeas cercanas les ofreciesen cada día camas en sus casas. «A xente durmía nas palleiras ou encima da mesa para deixarlle as camas aos bañeiros», relata. 

El balneario fue el sustento de numerosas familias de la zona, por lo que cuando dejó de funcionar «foi un disgusto enorme para Céltigos». Sobre 1960 empezó a embotellarse el agua para su comercialización y, tras pasar por varias mansos como Rumasa o Corporación Noroeste, Fontecelta se hizo con la fuente de Céltigos. 

A algunos de los veteranos trabajadores, como Pedro López, le ofrecieron continuar como operarios en la fábrica de agua, aunque él lo rechazó. De aquellos que vieron en primera persona el furor que causó el manantial de Céltigos solo quedan unos pocos.«Todo vai morrendo e os novos xa non saben a nosa historia», lamenta Inés.