La comunidad llegó a reducir distancias incluso en el peor pico de la crisis financiera, pero el covid-19 ha roto todos los moldes: aunque la magnitud del desastre dependerá de la rapidez en atajar problemas estructurales de la economía

Cristina Porteiro

«La convergencia entre las regiones de la Unión Europea ha decelerado e incluso se ha detenido, pero no revertido», rezaba un informe de la Comisión Europea en febrero del 2020. Pocas semanas después, la pandemia encerraba en sus casas a millones de ciudadanos en toda Europa. El covid-19 irrumpió para hacer añicos ese diagnóstico, poco favorable por cierto, para los intereses de regiones como Galicia, cuyo único propósito desde el 1986 era converger con las comunidades más desarrolladas de la UE. Y en buena medida lo consiguió. Pasó de estar en el furgón de cola a estar a las puertas de las más desarrolladas. Veinte años de convergencia ininterrumpida que la pandemia amenaza con echar al traste, al menos en lo que se refiere al PIB per cápita.

Desde el 2000, la riqueza de los gallegos ha seguido una tendencia creciente. En los años dorados de la construcción creció más rápido y durante la etapa oscura de la crisis financiera logró mantener a raya la caída, a pesar de su declive industrial. Y por más que se consulta a los expertos, nadie sabe muy bien por qué. Durante la recuperación volvió a despuntar de forma más intensa que sus vecinas. Eso hizo que pasara de un PIB per cápita del 81,6 % de la media española entre el 2000 y el 2007 al 92,4 % en el 2020, según cálculos de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).

Una carrera hacia la cima que se ha frenado en seco con la pandemia. La entidad anticipa un leve retroceso para el 2021: el PIB per cápita se contraerá hasta el 92,3 %. Podría parecer insignificante, pero da buena cuenta de la amenaza que representa esta crisis para la reducción de las disparidades regionales, algo que en España se conoce bien. Sobre todo porque es un país acostumbrado a vivir con ellas.

Eso es lo que dicen los datos del Ejecutivo comunitario. Entre el 2000 y el 2017, el saldo en la reducción de las desigualdades entre regiones españolas es igual a cero. No se ha conseguido cerrar mínimamente las brechas entre las regiones más ricas, como Madrid y País Vasco, y las más pobres, como Castilla-La Mancha o Canarias. Cosa bien distinta de lo que ha ocurrido en grandes potencias del euro, como Alemania, pero también en países rescatados, como Portugal. «La existencia de disparidades regionales en España sigue siendo un problema importante que, en los últimos tres lustros, no ha experimentado, en su conjunto, mejora alguna», señalan los expertos en el 4º informe sobre la desigualdad en España elaborado por la Fundación Alternativas. No auguran buenos tiempos para la convergencia después de la pandemia: «La crisis ha tensionado y tensionará las finanzas de todos los niveles de gobierno (central, autonómico y local), lo cual hará mucho más complicado luchar contra unas disparidades regionales que es probable que se vean acrecentadas en los próximos años», señalan. Y partimos de una situación de relativa fragilidad porque la recuperación de los empleos tras la crisis financiera se ha apoyado en el tirón de sectores muy cíclicos como la hostelería y la construcción. ¿Se salvará Galicia? La experiencia diría que no. A pesar de ser la comunidad que menos se ha endeudado en los últimos años y que ha resistido mejor el envite del covid-19, lo cierto es que hay factores que corren en su contra.

Cuando Galicia se dio de bruces con la pandemia, partía de una posición de ventaja respecto a otras regiones por su composición estructural. «Los sectores menos afectados como el primario, la industria alimentaria y los servicios de las Administraciones Públicas, tienen un peso respecto a su PIB superior a la media de España», explica Funcas. Eso fue lo que salvó a la economía gallega de la calamidad que experimentaron otras regiones como Baleares, cuyo PIB podría haberse hundido en el 2020 un 22 % frente a la caída del 11,3 % que auguran los expertos de la Fundación para Galicia. La economía cayó menos que la media española, pero también rebotará de forma más modesta en el 2021. Eso sí, el tejido productivo aguantará el pulso porque según las previsiones, la cifra de desempleo apenas se moverá al 13,4 %.

Las previsiones podrían incitar al optimismo -dentro de la tragedia-, pero lo cierto es que hay otros problemas que pueden lastrar el proceso de convergencia de Galicia y tienen que ver con la demografía, su posición periférica, la falta de atractivo empresarial y el recorte de las inversiones públicas.

Fuga de talento

Los jóvenes en Galicia (entre 17 y 34 años) apenas representan el 17 % de la población. En Madrid o Cataluña están en el entorno del 20 %. «Sin duda, la demografía es un factor determinante para la economía», señala en un informe la consultora BDO. Si desciende su número, podría haber un mayor freno al consumo y menos iniciativas emprendedoras, vitales para ganar músculo. El problema es que Galicia sufre una fuga de talento hacia regiones más ricas y desarrolladas porque los jóvenes buscan más y mejores oportunidades laborales. Igual que las empresas, que se concentran en los polos más dinámicos de Madrid, País Vasco y Cataluña, atraídas por el ecosistema y las condiciones fiscales más ventajosas. Ven a Galicia como una comunidad de competitividad media-baja, según el Consejo General de Economistas, que apunta a su principal déficit: la falta de eficiencia empresarial.

Esta radiografía es muy desfavorable para los objetivos de convergencia. Si no hay empresas y trabajadores formados, no hay posibilidad de crecer y alcanzar el furgón de cabeza. Según estimaciones del Foro Económico de Galicia recogidas por BDO, la emigración de talento joven impide la creación de 315 nuevas empresas al año en la región. Y la crisis agrava la situación porque las empresas que cierran (pequeñas y a menudo familiares), difícilmente volverán a abrir.

Inversión desigual

La fortaleza de los sectores agroalimentario y mar-industria han ayudado a Galicia a contener las pérdidas en el 2020, entre las que destaca el gran deterioro del textil. «En términos comparativos, el PIB de Galicia es uno de los que menos cayó el año pasado», sostienen desde BDO. Lo hizo un 2 % por debajo que la media española. Pero el aislamiento puede jugarle una mala pasada en los próximos años. En los Presupuestos Generales del Estado para el 2021, el Gobierno central ha penalizado a Galicia con un recorte del 11 % de la inversión pública, disparando un 48 % la de regiones más ricas como Cataluña. Una tendencia que se ha consolidado en el reparto inicial de las ayudas europeas, en las que se beneficia a comunidades ricas y endeudadas, como la Comunidad Valenciana. En su caso, recibirá 1.254 millones de euros (12,5 %), aunque la previsiones de Funcas auguran que la brecha de su PIB en el 2021 con respecto al 2020 se reducirá más (al -5,2 %) que la gallega (-5,8 %).

«Su situación periférica, la distancia de los centros de decisión económica y política, hace necesario contar [en Galicia] con mayor oferta en infraestructuras de transportes», señala en un informe la consultora. Y apunta en tres direcciones: el despliegue del AVE, una mayor frecuencia aeroportuaria «para romper la desventaja competitiva», y esfuerzo financiero en la red de trenes: «También es preciso avanzar en la interconexión ferroviaria entre las siete grandes ciudades gallegas [...] A nivel de mercancías, a Galicia le cuesta más que a otras comunidades autónomas llegar a los mercados europeos. Es imprescindible mejorar su enlace con el Corredor Atlántico y la ejecución de un proyecto que garantice el desarrollo de un transporte intermodal, clave para el impulso del sector logístico, que garantizó suministros durante las fases de confinamiento», subrayan en BDO.

Rol de los fondos

Tan importante como atraer fondos europeos para no perder la estela de la convergencia -aunque el Gobierno y la propia UE quieren concentrar los esfuerzos en regiones y proyectos con mayor capacidad para movilizar inversiones privadas-, es saber utilizarlos. De la rapidez en atajar estos problemas estructurales de la economía, dependerá en buena medida la capacidad de Galicia de sobreponerse y seguir reduciendo las brechas. Los expertos no tienen claro que esto vaya a ser posible.Tanto los problemas demográficos como la crisis son dos enemigos para su convergencia.

La asignatura pendiente sigue siendo la I+D

 

C. Porteiro

No importan los años que pasen, los fondos que se inviertan ni que el viendo sople a favor. La I+D sigue siendo la asignatura pendiente en Galicia. Las empresas intentan redoblar esfuerzos para no quedar rezagadas respecto a sus competidoras españolas y europeas, pero los sucesivos Gobiernos autonómicos han sido incapaces de planificar y mantener una inversión sostenida en el tiempo.

El norte de Portugal recorrió el sentido contrario. Apostó por estrategias a largo plazo que están dando sus frutos porque desde el 2016 su competitividad -ingrediente básico para la convergencia-, no ha dejado de crecer. Por el contrario, la falta de ambición gallega se ha traducido en once años de declive, según los informes regionales de la Comisión Europea. En el último de ellos, Bruselas bajó 15 escalones a la región, que está por detrás de otras más desarrolladas con las que, poco a poco, iba convergiendo.

Si en época de bonanza no se abonó el terreno para dejar germinar la I+D. ¿Se puede esperar que lo haga tras la pandemia? La preparación tecnológica y la sofisticación de los negocios siguen siendo dos de los talones de Aquiles más importantes que arrastra la comunidad y, a la vez, dos de los déficits que se podrían subsanar con las ayudas a la transición englobadas en el Next Generation EU. El reparto inicial entre autonomías que ha elaborado el Gobierno central de los 10.000 millones de euros del React EU -la pata más pequeñas de las dos del fondo-, reserva para Galicia solo 441 millones de euros (4,4 %). Las necesidades iniciales de financiación ascienden a 2.510 millones. El proceso de desconvergencia ha comenzado.