MUTIS

La Voz

OPINIÓN

CÉSAR CASAL GONZÁLEZ

26 abr 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

Tiene en sus ojos el encierro de la cárcel (pasó quince meses en un presidio mexicano). Ese estar mirando un muro y ver el cielo y las acrobacias de los pájaros. Tiene uno de esos bigotes que subrayan narices importantes y dos cejas que parecen dos galones. Es una cara de rasgos fuertes, sin sus brumas tan queridas de Amberes. El blanco, sobre todo, en la corona de su pelo (algo en el bigote). Piel roja, como su prosa de adjetivos con un buqué muy Proust, vio y peleó lo suyo y lo de Maqrrol, el gaviero, para disfrute de todos los que le leemos. Ahora recibe el premio que lleva el nombre de otro preso, Cervantes, con el que se encontró en un poema de Castilla. No le importa confesar que ha bebido. Jamás solo, ni por problemas ni con desconocidos, siempre por placer, y nunca antes de las 13.30. Monárquico hasta la quijada, le hubiese gustado vivir en la corte de Felipe II y ser amigo de Teresa de Ávila. Su Maqrrol es personaje y territorio, como la Comala de Rulfo, el Macondo de su amigo Gabo o la Santa María de Onetti. Brumas de la mente, en tierra caliente. Conoce bien el lodo del río, de la selva. Es Álvaro Mutis, leguas de viaje, poesía y derrota.