Manifiesto de Mutis

| ALFONSO DE LA VEGA |

OPINIÓN

28 jul 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

ÁLVARO MUTIS, último premio Cervantes, está patrocinando un manifiesto Contra la muerte del espíritu ante el hecho angustioso «de que dicha muerte parece dejar a nuestros contemporáneos sumidos en la más completa de las indiferencias». Bienvenido sea. Ya hace unos decenios el estudioso francés René Guenon se lamentaba de la pérdida del sentido metafísico de la existencia en Occidente. Y también, Oswald Spengler en La decadencia de Occidente nos profetizaba que esta sería una época de dominio de la voluntad de botín, e indicaba que esa etapa sería seguida de otra de cesarismo. Ante la hegemonía total del dinero, y más allá de las reformas técnicas legales, es preciso reafirmar el universo de los valores éticos, de la deshabitada metafísica que debe vivificar cualquier reforma legal que no nazca muerta, es decir, la ética de los principios más que una moral de las normas. Cada vez resulta más preciso recuperar el lenguaje de conexión con el mundo interior de la conciencia. Ese lenguaje, propio del arte, del mundo de los símbolos, que parece casi muerto, sin gramática, semántica, ni pragmática reconocibles ni vividas. Jung nos explicaba que el arquetipo «divino» mora en la conciencia, y que es tarea ineludible de la cultura establecer los métodos para hacerlo emerger, darlo a luz (Sócrates), o despertar las almas dormidas (Antonio Machado), para la guía de la actividad personal y comunitaria. Los abusos históricos de las religiones positivas parecen dar la razón a Lucrecio en su crítica radical al fenómeno religioso. Pero no se trata de promover la religión como negocio de las castas sacerdotales e instrumento de alienación, sino de una invitación a recuperar el sentido metafísico de la vida: lo que hace que un hombre sea precisamente eso, y no una máquina o un mero productor/consumidor. Si no el clasicismo helénico y el renacimiento, por lo menos habrá que recuperar alguna suerte de manierismo. Porque de lo contrario, sólo nos queda la jungla.