Los déficit del canciller

| XAQUÍN ÁLVAREZ CORBACHO |

OPINIÓN

16 ago 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

CUANDO los periodistas preguntaron al canciller alemán si los daños sufridos en las ciudades de Dresde, Dessau o Grimma, derivados de las inundaciones terribles de los ríos Elba y Danubio, podían afectar a la disciplina del déficit cero, la respuesta de Schroeder fue contundente: «Váyanse ustedes y el déficit cero a freír puñetas». Bueno, no es traducción literal, pero algo parecido a eso dijo. Como es natural, el Tratado de Maastricht y el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, aprobados por la Unión Europea, incorporan excepciones a la disciplina presupuestaria. Las oscilaciones bruscas del PIB, así como la presencia de situaciones especiales (catástrofes), permiten a los países miembros ignorar la doctrina del déficit cero y sus correspondientes sanciones. ¡Qué menos cabría esperar de tan sesudas cabezas! Pero ser crítico con el déficit cero no impide valorar, precisamente en estas ocasiones, las bondades de la disciplina presupuestaria. Es una cuestión de sentido común. Las administraciones públicas -como las empresas y las familias- deben ajustar sus ingresos y gastos dentro de plazos razonables. Pero si las familias y las empresas pueden endeudarse (para acceder a una vivienda, educar a los hijos o desarrollar proyectos solventes), ¿por qué prohibir el endeudamiento de las administraciones públicas? ¿Deben recibir igual trato la hacienda saneada y la deficitaria? Conviene recordar que el saldo presupuestario es tan solo un instrumento al servicio del bienestar social, que es el objetivo básico de las políticas públicas. Confundir fines y medios no es inteligente. Como sería torpe el comportamiento del canciller alemán si no dijera lo que dijo.