PARECE que queda lejos, muy lejos; que el asunto ya está archivado en el lugar que le corresponde: cosas a olvidar. Sin embargo, los sucesos de este verano pasado en el gallinero político madrileño estarán vigentes en la memoria del personal hasta que pasado mañana, éste señale con sus votos las culpas y méritos (esto último escaso) de los contendientes en la repesca electoral más escandalosa y surrealista que ha producido nuestra agitada democracia. Será a partir de ese día cuando las piezas empezarán a encajar en la normalidad y la calentura política, como la moda, pasará a mejor vida. Mientras llega el momento de la sensatez, vamos a adornar la espera con una pantomima basada en la célebre Pasarela Cibeles, por la que desfilan, en este caso, los modelos más relevantes del sainete folklórico-político que tuvo lugar en la Asamblea autonómica. Es un homenaje sarcástico, pero merecido, a quienes nos regalaron el mejor reality-show de todos los tiempos, incomparablemente más ingenioso (¿), morboso y ácido que esas tardes de la telebasura cotidiana. Por esta otra Pasarela-Asamblea-Cibeles desfilaron, entre otras colecciones, la célebre pareja Tamayo y Sáez, que presentaron, con sorprendente descaro, el corte de mangas que, a pesar de ser muy conocido, ha hecho furor en Madrid y alrededores. Se lleva mucho en los estadios de fútbol, en los atascos, aglomeraciones, en las puertas del despacho del jefe... etcétera. Los políticos lo practican ante el espejo y por debajo del escaño. La firma Tamayo y Sáez se atrevió a presentarla por sorpresa y con alevosía en público y alcanzó un escandaloso éxito de crítica y público, que ha obligado a repetir el desfile. Por su parte, la razón social Simancas- Ruth Porta, solos o en comandita, presentaron una profusa colección de provocativos modelos, con las vergüenzas al aire, predominando el color ladrillo y adornos de casquijo, que tiraban con saña, como si fueran caramelos, a propios y extraños. Fuera de concurso, también presentaron l5 elegantes trajes de caballero que, según las lenguas viperinas, encargó Simancas para lucir su palmito de presidente y que se quedaron en la percha. Otra de las firmas era la de Fernández, más conocido por Fausto, consumado costurero de retales ideológicos que, en esta ocasión, estuvo acompañado de un tal Luis Suárez -no confundir con el famoso futbolista gallego-, que amenizó el desfile con el fondo de La Internacional («Arriba parias de la tierra...»), respaldado por el envidiable patrimonio personal de mil millones de nostálgicas pesetas que, sin duda, es muy buena garantía de credibilidad para su proletaria clientela. Fernández y Suárez presentaron modelos de pobres vestidos con grandes bolsillos vacíos, salidos de su cauce natural, como si alguien les hubiera arrebatado la calderilla del cepillo político donde afanan su jornal. La conocida y veterana diseñadora de modas liberales, Esperanza Aguirre, presentaba una colección para gentes recatadas, sin alardes de transparencias, en tonos opacos, más bien grises y, eso sí, muy bien planchado, como para clientes sin anatomía. Un prêt à porter para la llamada gente de orden. Sobre el cartel, era la ganadora potencial del desfile, aunque se presentaba como perdedora... Pues ganó, pero perdió; más tarde, gracias al corte de mangas, recuperó su ganancia, y, al final del desfile, puede que gane o pierda. Un lío... Por último, como artista invitado, entre otros muchos, merece destacarse la exhibición de Romero de Tejada, que presentó una variada colección de disfraces para el carnaval político madrileño. Con estas ofertas, unos y otros estuvieron dando brincos por esa otra Pasarela Cibeles un largo verano para, al final, decidir lo que ya estaba sentenciado desde el principio: enhebrar la aguja y volver a empezar, porque sus ofertas ya están pasadas de moda. El caso es que Madrid ha vivido unas «semanas fantásticas» que terminan el próximo domingo. Como se suele decir, que Dios reparta suerte y nos coja confesados.