Teorías sobre el meteoro

| FERNANDO ÓNEGA |

OPINIÓN

05 ene 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

MILES de españoles ya tienen algo que contar a sus nietos: además de asistir a la retirada de José María Aznar, les pueden explicar la caída del meteoro. Lo han visto con sus propios ojos, y así lo dijeron ante cámaras y micrófonos. Hubo zonas enteras de España por las cuales no se había interesado nunca la prensa, y mucho menos la televisión. Hay, incluso, generaciones enteras que ignoran que la provincia de León linda con la de Palencia. Pero la tarde del domingo, como hubo cosas extrañas en el cielo, la atención nacional se volcó hacia esos lugares. Desde ese punto de vista, nada despreciable, el meteoro ha sido un factor de justicia social. Y tuvo casi tanto efecto mediático como las celebraciones de Año Nuevo en Soria y Teruel, que también merecían la visita del objeto no identificado. ¡Lo que ha cambiado la cultura popular! Cuando este cronista era pequeño, las luces que vagaban por el cielo solían ser un facho que anunciaba irremediablemente la muerte del vecino en cuyas tierras caía. Su aparición causaba gran impacto entre la población, porque ese anuncio se cumplía de forma inexorable. Ahora la gente, incrédula, no piensa en esas cosas. La gente ve un facho y, en vez de rezar, llama a la Guardia Civil: avisan al cuartelillo que está cayendo un avión. ¡Con lo hermoso que era situar el fenómeno en sus justos límites de prodigio! El enorme pedrusco incandescente, ¿dónde se podía empezar a ver? Naturalmente, en Santiago; en Compostela, el milagroso Campo de la Estrella. Y en el cuarto día del Xacobeo, como anuncio de emoción religiosa. Siguió la ruta del Camino, por lo menos hasta Palencia. Pero después, Dios sabrá por qué, tomó su cauce natural, que es el camino que lleva a Belén, igual que hace 2004 años, precisamente en estas fechas. Por qué ha decidido desintegrarse antes y no seguir hasta la meta final, es algo que no sé explicar. Quizá, porque hoy en Belén es imposible que huela a incienso, que sólo huele a metralla y, con Ariel Sharon y Arafat en el poder, no hay nada que anunciar a los hombres de buena voluntad. ¡Misterios de los mensajes que vienen del cielo! Aunque este periodista, como cronista político, no puede evitar otra lectura, aunque se distancie de tan espiritual análisis como el que acabo de hacer: ese meteoro ha sido un fenómeno político. Y no sólo por hacernos volver los ojos hacia zonas olvidadas de la geografía, sino por una razón todavía más evidente. Algo que han contemplado y fotografiado miles de ciudadanos, han sido incapaces de verlo las autoridades y los organismos oficiales, que se han limitado a decir: «No hemos observado nada fuera de lo normal». Parece la crónica de una rueda de prensa del portavoz del Gobierno.