Desguace calculado

| XAQUÍN ÁLVAREZ CORBACHO |

OPINIÓN

01 mar 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

EN 1996 el gasto del personal del Sergas absorbía el 46% del presupuesto total. En 2002 ese porcentaje se redujo al 40%. Por el contrario, el gasto farmacéutico (hospitalario y extrahospitalario) pasó del 24% del gasto total (1996) a representar el 31% en el año 2002. Si proyectamos estas dinámicas hacia el futuro, los porcentajes de ambos conceptos serán prácticamente iguales en tres años (2007). O sea, que pierde la columna vertebral del sistema (los trabajadores) y ganan los que producen y comercializan los fármacos. El resto del presupuesto sanitario interesa y beneficia a otras actividades privadas que también presionan sobre el gasto (empresas constructoras y de tecnología médica, hospitales concertados, empresas de mantenimiento, limpieza y seguridad, proveedores diversos, etc.). Los problemas financieros del Sergas se entienden mejor si afloran todos los intereses que esconde su presupuesto. Pero también existen déficit y estrangulamientos financieros en la universidad, en la enseñanza primaria y secundaria, así como en servicios sociales y de atención a la familia. Las deudas asfixian a los municipios y siempre ocupamos últimos lugares en gasto de investigación y desarrollo. Además, se demonizan los impuestos y se desprecia al funcionario; se subvenciona o desgrava con generosidad no selectiva cualquier iniciativa privada y se fortalece la estúpida equivalencia entre eficiencia económica y gestión pública externalizada; se relaja la incompatibilidad laboral del trabajador público y se extiende de forma abusiva el contrato precario y recurrente. La ideología neoliberal justifica también la privatización del patrimonio común, incluidas las autopistas de peaje. Pero conviene subrayar que este adelgazamiento o desguace calculado del sector público no es fruto de una reflexión académica o política sosegada destinada a reforzar el bienestar social. Sin embargo, el silencio reina y no se aprecia el llanto del afectado. Aunque este sepa que servicio público y lógica mercantil tienen difícil conciliación. Y aunque sepa también que si el silencio perdura crecerá la arrogancia del poderoso. Habrá que explicar, pues, los fundamentos de la resignación. Las respuestas se vinculan, a nuestro juicio, al retorno triunfal del pensamiento autoritario, a confundir propaganda con información, a las amenazas que devienen del mercado laboral, así como al deterioro sistemático y programado de ciertos medios de comunicación. Por eso hay gente asustada y también empobrecida por los modelos sociales que exhibe la televisión basura. Por eso decae el criterio político, la eficacia partidaria e incluso el sentido del humor. Y es que los costes de las derrotas son así de largos y de crueles.