El zulo, la cabra y la ofensa

| JOSÉ MARÍA CALLEJA |

OPINIÓN

23 abr 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

LA BRILLANTE idea de abrir un museo del zulo en Artea (Vizcaya), como si de un picnic de animosos boy scouts se tratara, refleja hasta qué punto está arraigada en determinados sectores de la población de la comunidad autónoma vasca la idea según la cual los etarras son una especie de chicos traviesos, que tienen sus cosas, sí; pero que están llenos de generosidad y entusiasmo en una lucha no suficientemente reconocida. No ha hecho falta que la organización terrorista -a la que pertenece el inspirador de este caserío de los horrores- desaparezca para que se empiece a edulcorar su realidad, para que se nos quiera mentir una vez más, para que se pretenda presentar a los criminales como simpáticos activistas. Esta organización terrorista ha asesinado a casi mil personas, ha herido a cerca de cuatro mil, ha provocado el exilio de decenas de miles de personas, que hoy viven fuera de la comunidad autónoma por culpa del terror. Esta organización criminal tiene en su haber la profanación, en tres ocasiones, de la tumba del concejal del PP en San Sebastián Gregorio Ordóñez, es responsable de las llamadas que durante años han realizado a viudas de víctimas del terrorismo con reclamaciones del tipo «devuélvenos la bala», y así. La lista de sus crímenes y de sus abyecciones es interminable, por eso duele especialmente que alguien que contribuyó a engordar al monstruo, quiera ahora hacer negocio a costa de falsear la realidad y presentar a una banda de criminales como si de una promoción de la tuna se tratara. El ex-etarra que ha puesto en pie esta infamia, Xavier Zumalde, tiene por apodo El cabra, lo que debería ahorrar cualquier otra explicación sobre su entidad y carácter, y estaba encargado, en principio, de organizar una especie de muestra, no sé si antropológica, sobre el caserío, algo excitante desde el punto de vista intelectual, sin duda. El Cabra ha aprovechado esa omnicomprensión que practica el nacionalismo gobernante respecto de los nacionalistas descarriados para montar un restaurante y un miniparque temático con la pretensión de explicarnos que hubo una dictadura, impuesta por la organización criminal a la que él perteneció, que asesina, provoca el exilio y somete a la clandestinidad a decenas de miles de vascos. Esta otra muestra sí hubiera sido un síntoma de reinserción del antiguo etarra. Antiguo etarra que trabajó para el PNV en la organización de la Ertzaintza, en concreto en la puesta en funcionamiento de una de sus secciones más cuidadas, los llamados berrozis, unidad especial que actúa en estrechísima relación con el PNV. El zulo del horror se ha instalado en la localidad vizcaína de Artea, que no es precisamente la más poblada del planeta: 607 habitantes. A pesar de las reducidas dimensiones del pueblo, su alcalde, Javier Beitia, del PNV, dice que no se ha enterado de la existencia de la exposición: problemas de agenda, sin duda. Juan Fernando López Aguilar, el recién estrenado ministro de Justicia del Gobierno socialista, ha dicho que existen instrumentos legales para combatir este atropello. Ojalá. Estamos ante una ignominia que insulta a las víctimas, falsea la realidad y agrede la sensibilidad de los demócratas. No debería llegar al próximo fin de semana.