QUÉ MÁS da si hubo o no caballo en Troya. Qué más da Homero que Virgilio. La leyenda es tan bonita que merece la pena. La película se deja ver bien. No ahorra sangre, en las guerras siempre hay sangre. Los ejércitos salvavidas de hoy no se los cree nadie. Está Aquiles, el de los pies ligeros, hijo de Peleo y la ninfa Tetis. Su madre lo bañó en la laguna Estigia empapado de ambrosía para hacerlo invulnerable. Lo sujetó por el talón, su única diana. Está Héctor, el domador de caballos, el héroe honesto, que no tuerce la cara aunque sabe que camina hacia la tumba. Imponente Peter O'Toole y sus ojos transparentes como Príamo, rey de Troya, cuando le reclama a Aquiles el cadáver de su hijo para enterrarlo como a un príncipe. Esa pira funeraria se apagó con vino. La guerra de Troya duró diez años. En la película son días. La mentira en el cine es legítima. Nadie reclamó para este filme la etiqueta de documental. Que el cine español siga en los cerros de Almodóvar, con sus teleseries, tacos y sexo. Me quedo con Odiseo (Ulises, para los latinos), rey de Ítaca, que pone el talento, la trampa del caballo, para el jaque mate a los troyanos. La leyendas son nubes de azúcar, como el rostro de Helena. cesar.casal@lavoz.es