23 jul 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

ES COMO si a veces las medallas las cargase el diablo. No es la primera vez que ocurre. De repente, se hace visible el mecanismo interno de su concesión y todo se complica. Es lo que le sucede ahora al ex presidente Aznar, que, sin pensar que el PP podía perder las elecciones el 14-M, al parecer dispuso lo necesario para conseguir la medalla de oro del Congreso de EE.UU. Era parte de una estrategia de proyección exterior concebida para un escenario fijo, inmutable, no sujeto a cambios electorales inmediatos. Pero el escenario cambió y la medalla puede convertirse en un engorro (no la medalla en sí, sino las gestiones en curso para obtenerla). En ello estamos. Ana Palacio, ex ministra de Exteriores, ha asegurado que lo que se firmó con el despacho de abogados Piper Rudnick fue un «contrato tipo», no un «contrato turbio». Un contrato de asistencia al Gobierno de España en cuestiones de diplomacia pública y comunicación estratégica. Y una de sus gestiones era esa medalla para Aznar, entonces convertido en líder mundial, con foto acreditativa en las Azores. Pero la flor de la medalla ha dejado ver sus espinas. Y ahora todo debe explicarse convenientemente. ¡Ah, las medallas! ¡Qué problemáticas se han vuelto!