Zapping y máxima audiencia

| ARTURO MANEIRO |

OPINIÓN

05 oct 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

EN LA CULTURA televisiva se denomina zapping a la acción del espectador que consiste en cambiar de cadena cuando aparece el bloque de anuncios. Pero en sentido amplio se aplica generalmente al hecho de cambiar de cadena para buscar algo mejor, más impactante, más de acuerdo con lo que uno quiere o piensa. Se puede hacer zapping de forma racional o de forma impulsiva, casi histérica, cuando en la oferta no hay nada que nos satisfaga. Entonces, el zapping se convierte en el objeto de la actividad televisiva del espectador: como no gusta nada en concreto, como no hay nada impactante, se utiliza una televisión caleidoscópica, donde lo importante no es el mensaje en sí sino la trepidación visual. Todo ello está abocado irremisiblemente al negro de la pantalla apagada por agotamiento. Pero ahora ya no sólo es la tele: la sociedad y la política española de este año 2004 actúa con técnicas televisivas: se toman decisiones políticas buscando el resultado de la máxima audiencia, independientemente de que esta decisión sea racional o no. Es más, no importa que la decisión sea real o no. Un ministro anuncia una decisión gubernamental, se crea un impacto social, se mide la respuesta de los ciudadanos, si los índices de adhesión son bajos se cambia el mensaje y el impacto, antes de que el ciudadano haga zapping con su voto. También parece que se ha impuesto el zapping como estrategia política del Gobierno; se cambia de leyes, de decretos, de planes, de proyectos, de estructuras, de adjudicaciones o de sectores industriales, por el placer de cambiar. Parece que se usa el mando de forma compulsiva. Es como si todos los miembros del grupo cambiaran de canal constantemente de acuerdo con el gusto de cada uno, al mismo tiempo que luchan por tener el mando en sus manos. Por eso, el ejecutivo socialista en lugar de elaborar una programación hace contraprogramación. Considera más impactante hacer algo distinto del anterior sin tener en cuenta las consecuencias sociales. Es como imponer en el Gobierno el punto de vista de programas como Aquí hay tomate, Pecado original, Caiga quien caiga , donde lo importante es la gracia que pueda hacer con independencia de que sea verdadero o falso. Y por si fuera poco, el espectador ya no sabe lo que es programación en sí (decisiones reales) de lo que son los bloques publicitarios (anuncios de decisiones). Con este sistema, el espectador de las decisiones del actual Gobierno socialista no acaba de entender el contenido de sus mensajes, tan sólo capta una especie de caleidoscopio de colores y formas vistosas. Y da la impresión también de que con el matrimonio se quiere hacer algo parecido. Sería algo así como promover el zapping matrimonial. Para ello, se anuncia que van a entregar a cada cónyuge una especie de mando a distancia legal para que puedan cambiar de canal sin esfuerzo administrativo, sin necesidad de pensarlo mucho, sin períodos de prueba. Será un ejercicio del zapping en total libertad, y, en este caso, el cambio puede ser racional, pensado y sopesado; pero también puede ser impulsivo, inconstante, irrefrenable. Ya no habrá fidelización de la audiencia, sino fragmentación, serán ocasionales, dependerá del impacto, del gusto, del momento, de la ocasión.