Félix Grande

OPINIÓN

04 dic 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

ACOMPAÑADO de Abdul Mashur, soñador de navíos, y una radio mientras ordeñaba cigarrillos, en la siempre serena hospitalidad de la Residencia de Estudiantes, la noticia -escuchada con incredulidad- me llevó a un septiembre de 1971. Felix Grande premio de las letras españolas. Desaparecieron entonces las incertidumbres que, entre relato y relato de Álvaro Mutis, generaba la compleja tarea que me esperaba al día siguiente. La vida profesional a examen ante un tribunal. Una vez más, quizá la última. Son canas infantiles, recuerdos de la infancia. Con noviembre llegaba lo más raro del año. Mañanas de nieblas y heladas recubriendo los abedules que crecían alrededor del Froxá, ferias semivacías, las aldeas paralizadas, y san Alberto esperando a mayo para acoger a Leivas da Vereda y sus recomendados. Este noviembre Biografía me alcanzó de nuevo en toda su intensidad: un diluvio de negro spirituals y de blanco spirituals llueve sobre la civilización. Como sucedía tantas veces por entonces, acogido a la noche de Compostela, buscando las palabras suspendidas en la voz de un saxofon al pie de la Berenguela. En la colina de los chopos, de pronto, has recordado aquellos magos versos y adviertes que han venido como llega un desastre pero no puedes apartarlos de este hoy y esta hora. Su recuerdo tan próximo hace que un mundo enredado en el que vives tenga sentido, y que por haberlos vivido y permitir su compañía, allí donde parecía imposible encontrar consuelo a tu dolor, te veas convertido en hombre afortunado. Llegaron con Felix Grande -poemas intensos- las desesperanzas, incertidumbres y rebeldías que entrelazaban el vivir de aquellos años. Se recuperaba el ayer pasado, y los treinta excesivos años se convirtieron por magia de la noticia en un discurrir tranquilo de ansias y vida, donde la intensidad de todos esos seres raros, fraternales y tercos que te acompañan, como te acompaña el tiempo, son -ahora sí- por siempre tuyos. Y aunque hoy el periódico traía sangre lo mismo que otros días , tienes las certezas de toda una humanidad insomne que sobrevive en las palabras y desde ellas afianza el porvenir. Porque este premio de las letras españolas a tantos poemas y palabras, indelebles en ti, atesorados, permite saber lo que compartes. Qué nombre el tuyo, Concepción Oconto.