A MÍ tampoco me parecen acertados los esfuerzos de Moratinos por recuperar la buena relación de España con Estados Unidos. Pero no me parecen ridículos ni fuera de lugar, como estiman algunos. Por el contrario, creo que hace lo que debe hacer, aunque no lo haga del mejor modo posible. Con Colin Powell y con Condoleezza Rice intentó dar la idea de una normalidad que aparecía claramente desmentida por la expresión que había en las caras de sus interlocutores. Y ahí se equivocó, porque lo cierto es que esa normalidad deseada no existe todavía. Pero Moratinos, como ministro de Asuntos Exteriores, debe intentar restaurarla y redefinir la relación, y para ello deberá enmendar algunos excesos verbales de signo populista (de Zapatero, de Bono y de él mismo) e impulsar un diálogo que no signifique abdicar de principios en política exterior que el PSOE considera irrenunciables. Y todo esto es posible, porque es justamente lo que están haciendo Francia y Alemania. Lo que carecería de sentido es que el eje franco-alemán avanzase en su entendimiento trasatlántico, mientras España se dispusiese a caminar en dirección contraria. No sería la mejor forma de estar en Europa, porque significaría no estar con nadie. He escrito demasiado sobre la posición de Francia y Alemania para no acabar por repetirme. El presidente Chirac y el canciller Schroeder fueron antiamericanos cuando les convino, que fue cuando EE.?UU. se saltó a la torera a la ONU y se fue con las armas a por Sadam Huseín. Si tenemos en cuenta que Francia, sin su derecho de veto en el Consejo de Seguridad, no es más que una potencia media-alta con una excelente diplomacia, y si se hace memoria de los negocios que franceses, alemanes y rusos preparaban con la satrapía iraquí, se entienden las posiciones que mantuvieron unos y otros. Pero las cosas han cambiado (no todas para bien), y ya ni a Chirac ni a Schroeder les interesa el antiamericanismo. Bastante tienen con liderar una Unión Europea que se estanca en lo económico y no acaba de despegar en lo político. Por eso las relaciones transatlánticas mejorarán. Y por eso deben mejorar también las de España con EE.UU.