Carrillo, Ibarretxe y Franco

| JOSÉ MARÍA CALLEJA |

OPINIÓN

17 mar 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

PUEDE RESULTAR chocante que un nacionalista etnicista y extremo como Juan José Ibarretxe asista al homenaje a un comunista, de raigambre socialista, nonagenario internacionalista, como Santiago Carrillo. (Perdón, lector, por semejante empacho de denominaciones de origen). Puede resultar chocante porque es difícil encontrar un anticomunismo tan visceral como el practicado por el PNV durante años -qué decir de la colaboración activa de algunos de su militantes, Galíndez, con la CIA en plena guerra fría-; es difícil encontrar frases tan despectivas como las pronunciadas por Arzalluz respecto de los comunistas, que enlazan con el tono propio de los tiempos de Franco. Por otra parte, sabido es que en la tradición comunista se tilda de desviación pequeño burguesa la postura nacionalista, en las antípodas del internacionalismo comunista, y se puede preguntar a los mil y un nacionalismos de la antigua URSS, la antigua Yugoslavia y otras antiguas qué opinión guardan de aquella perla llamada Stalin, de su trato omnicomprensivo respecto de sus respectivos hechos diferenciales, lenguas, culturas y tradiciones. No hay más que ver lo que ha quedado de aquello. Quizá la reciente, aunque casi olvidada, sangría de la antigua Yugoslavia sea una síntesis exasperada de lo que da de sí el nacionalismo, en pleno bombeo de odio, y el estalinismo, en plena planificación quinquenal de odio. El caso es que Ibarretxe preside hoy un Gobierno que considera a socialistas y populares como sujetos de segunda categoría, por no abrazar la causa nacionalista como Dios manda, y hace compatible esa política, reaccionaria y xenófoba, con el apoyo embelesado a Santiago Carrillo. Haría bien Carrillo en preguntar a alguno de los históricos dirigentes del PCE de Euskadi qué opinión tienen de Ibarretxe y su plan delirante, haría bien Carrillo en hablar, por ejemplo, con Andoni Pérez Ayala, trienios de militancia comunista, y, como tantos otros vascos, apestado por no comulgar con las ruedas de molino del etnicismo del PNV. Pero la asistencia de Ibarretxe al cumpleaños de Carrillo sí tiene una explicación. El viejo comunista ha sido uno de los más entusiastas anfitriones del lunático en sus reiteradas visitas a Madrid. En la capital de España le ha recibido, junto con otra gente que se tiene a sí mismo como de izquierdas, y también por ese recalificador de fincas para la familia Franco, también conocido como Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón. Carrillo, que estuvo a punto de lograr con el PCE lo que no consiguió la dictadura: destruirlo, le ha puesto alfombra a Ibarretxe, no sé si porque no ve en él un ejemplar de la derecha, no sé si porque piensa que el exotismo nacionalista tapa las vergüenzas de un partido fundado por un facha de tomo y lomo, como Sabino Arana. Facha al que el PNV hace muy poquito que ha erigido una gigantesca estatua en pleno centro de Bilbao, mientras en Madrid se llevaban en volandas la estatua de otro facha.