Semana Santa

ALFONSO DE LA VEGA

OPINIÓN

24 mar 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

AÚN no ha entrado en vigor el proyecto de ley socialista para prohibir las procesiones y otras manifestaciones religiosas en la vía pública. Contra los deseos de esa tan atildada como descreída viejecita que guarda el serrallo a ZP durante sus viajes de apostolado en pro de la alianza de las civilizaciones, permanece el fervor popular en ciudades andaluzas o castellanas e incluso en la cosmopolita Ferrol para celebrar la Semana Santa. La emoción y el ambiente curiosamente erotizado de las procesiones en Sevilla es difícil de trasmitir si no se ha vivido. Aunque dice Álvaro Mutis que nos encontramos en el tiempo de la muerte del Espíritu, la emoción vive en las abarrotadas calles que rodean la catedral. Explique usted que estos rituales quizás sean anteriores al propio Cristianismo, que su origen remoto se encuentra en la celebración de la Diosa Madre y del Dios Héroe sacrificado, propios de los diferentes Misterios del Paganismo iniciático, un ejemplo claro de esa porfidización de las creencias que nos cuenta Spengler: No le escucharán. En este tipo de rituales es la emoción lo que se mueve, se conmueve el corazón, aunque la razón lo explique de una u otra manera. En gratitud y homenaje por Su protección de las tarascadas del morlaco o de los corchetes y como manifestación de prestigio social por sus éxitos y trofeos profesionales, antiguamente los toreros de fama regalaban esmeraldas a la Virgen de la Esperanza Macarena como ahora en estos tiempos de pseudolaicismo de purpurina los cofrades de Juan Guerra facturas falsas del Ayuntamiento sevillano. «Mirad a las tres Marías / con sus cálices de plata / van recogiendo la sangre / que Jesucristo derrama». Este año la luna tempranera hace que la Semana Santa se celebre en marzo, tan cerca del espantoso 11-M. ¿Cantará alguien saetas desoladas al sacrificio de inocentes? ¿Dónde están los cálices para recoger la sangre derramada de la España agonizante?