ESTA SEMANA se ha reunido en Nueva York la conferencia para la revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT), a la cual se ha dirigido el secretario general de la ONU, Kofi Annan, pidiendo que las grandes potencias de la guerra fría comiencen por reducir sus arsenales nucleares. El Tratado, firmado por 187 naciones, se revisa cada cinco años y tiene por finalidad el compromiso de la lucha para evitar que las armas nucleares puedan caer en manos de las organizaciones sin control, lo que constituiría una grave amenaza para el mundo. Hoy, la situación parece bajo control. Las cinco potencias nucleares (EE. UU., Rusia, China, Gran Bretaña y Francia) son precisamente el núcleo duro del Consejo de Seguridad de la ONU. Pero además, India, Pakistán e Israel también asumen su capacidad nuclear no declarada. Por último, Corea del Norte e Irán están en proceso de convertirse en potencias nucleares. También tienen programas en esa dirección Argentina, Argelia y Bielorrusia. Es evidente que cuanto más se extienda el interés por la aplicación de la energía nuclear al ámbito militar, mayor será el peligro de que una organización terrorista se haga con un ingenio de este tipo. En ese caso, la amenaza sería enorme, sabiendo que tal capacidad de destrucción estaba en poder de fanáticos terroristas. En ese caso volvería el miedo nuclear que ya vivimos en la guerra fría. La UE está jugando un papel muy importante para convencer a Irán de que no siga con el programa nuclear. Por su parte, EE. UU. se encarga de la misión, quizá más difícil, de sujetar los avances nucleares de Corea del Norte. Pero, ¿quién controla las secuelas del enorme poder nuclear que tenía la URSS? Por eso en la ONU se acaba de pedir que para evitar el peligro nuclear lo mejor sería que todo el mundo renunciase definitivamente a este tipo de armamentos.