LOS DATOS de las distintas encuestas que hasta ahora se conocen dan la posibilidad, por primera vez en su historia, de que el BNG pueda llegar al gobierno autonómico de Galicia, y no porque lo decida el pueblo soberano, sino por decisión del Partido Socialista de Galicia. A estas alturas ya está todo decidido para formar una coalición. En realidad lo estuvo en cada una de las anteriores elecciones. Nunca el PSdeG ni el Bloque han creído que iban a ganar unas elecciones por separado. Sus posibilidades siempre estuvieron irremediablemente unidas como siameses pegados por la espalda, que no se pueden ver, pero no pueden vivir separados. Ese es su destino. Hasta ahora, su destino como oposición en el Parlamento. Ahora, como digo, los datos nos indican que pueden sumar más escaños que el PP. Y si esta posibilidad queda confirmada por el recuento de papeletas el día 19, pretenderán gobernar así, sin poderse ver. Así, el PSdeG llevaría al Bloque a la Xunta de Galicia, sin pestañear. Así tendríamos en Galicia la versión gallega de la Generalitat actual de Cataluña. Touriño se convertiría en el Maragall de Galicia y Quintana en el Carod Rovira de nuestra tierra, o algo semejante. Así entraríamos de nuevo en una etapa político-administrativa diversa, distinta, entretenida, con muchas dosis de suspense, con esa incertidumbre sobre el futuro que tanto gusta a las personas necesitadas de adrenalina. Sería una etapa nueva que tendría la emoción de una montaña rusa de esas modernas en las que el viajero va colgado, sin nada bajo sus pies. Puede ser una etapa divertida en caso de que se produzca. Y, como aquí el nacionalismo siempre ha copiado las iniciativas legislativas catalana, tendríamos un proyecto de nuevo estatuto en el que Galicia o Galiza ya sería una nación, o naçom . Y todo ello respaldado por Méndez Romeu, a quien parece que España se le escapa entre los dedos. Por otra parte, tal como están las cosas en Galicia, un nuevo gobierno con el Bloque no tendría más remedio que ser continuista o perjudicarnos seriamente. Tendría que mantener todas las inversiones en puertos, aeropuertos, vías, autovías, carreteras, periféricos, industrias y parques industriales. A no ser que quisieran desmontar todo y empezar de nuevo, para darle un toque personal, demorando las inversiones hasta la siguiente legislatura. Pero hay otros aspectos que podrían ser más divertidos: sería una administración autonómica que iría en contra y a favor de Ence en Pontevedra. En contra y a favor de la Ciudad de la Cultura. En contra y a favor de los proyectos del alcalde de A Coruña. En contra y a favor de las decisiones del alcalde de Pontevedra. En contra de tres diputaciones provinciales y a favor de una. Sería un permanente equilibrio inestable, algo parecido a lo que está haciendo sufrir susto tras susto a la sociedad catalana.