IGNORO si el secretario general de la ONU, Kofi Annan, creía de verdad que era posible reformar Naciones Unidas y reforzar su autoridad y eficiencia, al reunirse 170 líderes mundiales para celebrar el 60 aniversario de su creación. Lo cierto es que ha ocurrido lo contrario y que las sesiones de negociación sólo han servido para descafeinar acuerdos básicos. Lo dijo el propio Annan: «Seamos francos. No hemos logrado la reforma fundamental que creo necesaria». Y es verdad. No se ha logrado ni la fundamental ni ninguna otra. Al final de las sesiones se aprobó un documento de mínimos, muy voluntarista, sobre desarrollo, seguridad y reformas. Y todos tan contentos, porque aún podía haber sido peor. Así al menos Kofi Annan ha podido proclamar que se ha dado «un paso adelante», sin explicar claramente hacia dónde. ¿Quién ha tenido la culpa de que las cosas hayan sucedido de este modo? Muchos han dirigido los ojos hacia Estados Unidos, y con razón, pero también hay otros culpables. Desde luego, EE. UU., por medio de su representante, John Bolton, se ha llevado la palma. Entre otras cosas porque Bolton no cree en la ONU ni en la necesidad de que ésta se acondicione y reforme para afrontar problemas del siglo XXI. Bolton cree simplemente que sobra. Y el discurso de Bush, reiterativo en su desafío antiterrorista, no ha desmentido ni una palabra de su representante. Porque también Bush percibe una ONU que no le crea más que problemas y a la que le aporta el 22% de su presupuesto. China logró que no cambie la composición del Consejo de Seguridad y la mayor parte de los países ricos ha escurrido el bulto a la hora de fijar su contribución en la lucha contra la pobreza. Un punto éste en el que merece claros elogios el compromiso español. Cuando tantos se despreocupan del futuro de Naciones Unidas, ésta es una buena forma de no darle la razón a un John Bolton, que dice que si se suprimen 10 de los 38 pisos de la ONU no pasa nada. Porque sí pasa. Sin la ONU, todos los países estarían peor, incluidos EE. UU. y, sobre todo, Francia, que ha sabido convertir la ONU en el escenario de su diplomacia. Una ONU débil nos debilita a todos. Por eso habrá que rectificar.