Irak está caliente

INOCENCIO ARIAS

OPINIÓN

08 oct 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

«ESTE país es cuna de civilizaciones y no vamos a aceptar lecciones de un beduino montado en un camello». El exabrupto de Bayan Jabr, ministro del Interior iraquí, dirigido a su colega de Exteriores saudita porque éste había mostrado sus aprensiones hacia la influencia iraní en el nuevo régimen de Irak, muestra que las sensibilidades están a flor de piel, pero también los temores de los vecinos de Irak, suníes en su mayor parte, hacia la emergencia de un régimen chií en Bagdad. Éste es uno de los aguijones del agitado avispero iraquí. La invasión americana, al traer elecciones a todo el país, ha producido una alteración de la distribución del poder. Los suníes que venían mandando desde siempre, Sadam era uno de ellos, a pesar de ser claramente minoritarios (20% de la población) pierden parte importante del poder a manos de los chiíes, más de la mitad de la población, y de los kurdos. Boicotearon, además, en buena medida, las elecciones, por lo que su marginación, voluntaria en parte, aumentó. Temen que la Constitución que se vota proximamente signifique la consagración de su inferioridad. Es difícil precisar si este eventual papel secundario de la minoría que ha regido el país durante décadas proviene de la voracidad y el revanchismo de los otros dos grupos o de la propia automarginación suní. O de los puros números. O de las tres cosas. La realidad es que, cercana la fecha del referéndum, los ataques terroristas contra los chiíes actualmente en el poder (más ya que contra los americanos) no cejan. Maestros que son sacados de una escuela y asesinados, una bomba el día que comienza el mes sagrado del Ramadán ¡a la entrada de una mezquita!, que causa 37 muertes, cifra a la que ya rutinariamente no se le da importancia, y 95 heridos... Los curiosamente bautizados «insurgentes» acrecentarán sus golpes de mano estos días antes del referéndum; no les interesa nada que huela a democracia. La Administración americana, de su lado, ve que el panorama no se aclara. Washington ha gastado ya mil millones de dólares en poner de pie a la industria petrolífera (gastos en petróleo, que no ingresos) y la producción del país casi no alcanza los niveles de la época de Sadam. Quisiera reducir la presencia militar, costosa y crecientemente impopular en Estados Unidos, porque sabe que ello quitará argumentos a la guerrilla, pero su rápida salida aumentaría el caos en el país, como admite el propio Gobierno local. Se ve obligado, además, a continuar retorciendo el brazo a los políticos iraquíes. Dado que la Ley actual contempla que el voto negativo de tres provincias acarrearía el rechazo de la Constitución, la Embajada americana ha tenido que emplearse a fondo para frenar a chiíes y kurdos que querían que el porcentaje de personas necesario en cada provincia para esa repulsa estuviera basado en el de inscritos en el censo y no en el de votantes. (Con dos tercios en contra, en tres provincias no pasaría). Se ha vuelto al de votantes, como querían los suníes y, por ser más democrático, las Naciones Unidas, que van a supervisar el referéndum. Kofi Annan ha alabado la correción del texto y algunos, veremos si ilusamente, piensan que así los suníes no se desentenderán del proceso democrático. Hay una buena noticia para el Gobierno iraquí. Los dirigentes árabes empiezan a acudir, tímidamente, a Bagdad. Ha estado el ministro de Asuntos Exteriores jordano y, más importante aún, el secretario de la Liga Árabe, Moussa. En Estados Unidos hay mayor precupación que hace un año y los interrogantes y puyas hacia la política seguida, ausentes en un principio, llueven en los políticos y en la prensa. Bush se juega mucho, es sabido, pero también toda la región. Dirigentes sauditas han comentado que si el país deriva hacia una guerra civil, las salpicaduras en la región serán dramáticas. La instauración de un Estado fallido en Irak sería una atracción para todos los alevines de terroristas, que luego harían estragos en las zonas circundantes. Los tropiezos de Washington, tan celebrados a hurtadillas en bastantes ambientes europeos, han dejado de producir entusiasmo en muchos círculos responsables árabes. Que el Gulliver mandón se dé una bofetada está bien, pero que mientras sonreímos complacidamente los cascotes y la sangre se nos cuelen en casa, es harina de otro costal. Cualquier pronóstico sobre el futuro de Irak es hoy, parafraseando no sé si a Churchill, un acertijo envuelto en un rompecabezas o en un enigma.