EN UNA de esas paradojas que tiene la vida política, sucedió que España, en plena sequía, hacía aguas por todas partes, como un buque necesitado de urgente reparación por los constantes golpes de mar. La situación no es grave porque hay muy buenas técnicas para reparar los barcos sin dejarlos en seco. No es un estado muy grave, pero es paradójico que esto sucediese justo cuando la garganta de España estaba seca. Ahora ya se ha presentado el alivio en cuanto al agua. Pero mientras, la opinión pública española va de sobresalto en sobresalto. No se acaba de encontrar una solución adecuada a las avalanchas de inmigrantes por el efecto llamada de la ley de extranjería. Si los inmigrantes llegan es malo para ellos, porque aquí tampoco van a solucionar sus problemas. Si se les pone en manos de la Administración marroquí, peor. Al final tendrá que ser la Unión Europea la que resuelva el problema. Y ya va siendo hora de que, en estos temas, la UE funcione como una verdadera Unión. Los conflictos ya no son de los países que la forman, sino que son del conjunto como institución político-administrativa. Aunque quizás para ello las decisiones españolas también deberían estar tomadas de acuerdo con la UE. Esta es la típica vía de agua que cuando se tapa por un lado revienta por otro de forma sucesiva, sistemática y desesperante, hasta que no se cambia el casco. Los estatutos de autonomía, con el catalán a la cabeza y el plan Ibarreche agazapado, suponen una vía de agua de proporciones todavía desconocidas. El PSOE está convencido de que el Estatuto catalán se pulirá hasta quedar perfectamente asumible por toda España, aunque proteste mucho ERC y amague con dejar solo a Maragall. Creen que en este caso, como sucedió con la ilegalización de Batasuna en tiempos del PP, no va a provocarse ninguna fractura social. Es como estar mirando la grieta a ver si revienta y luego ya veremos. Otra grieta en el casco amenaza con abrirse: se aproxima una crisis en RTVE que puede suponer el cierre de varios centros regionales y el despido o regulación de varios miles de trabajadores. Los sindicatos ya están en pie de guerra y pelearan, aunque el final todo acabe como en los astilleros. El ministro de Justicia acaba de anunciar medidas para taponar una vía de agua que estaba creando ya alarma social. El aumento de la delincuencia juvenil con bandas organizadas y la falta de resortes legales para atajar el mal. Ha anunciado una reforma de la ley de menores, para endurecerla. Cuando se tramitó en tiempos del PP hicieron todo lo posible por echar abajo lo que ahora van a establecer. Pero ya se han perdido varios años preciosos para prevenir, en lugar de tener que curar ahora, cuando el mal está tan extendido. Lo mismo podría decirse de la educación, las relaciones internacionales, los trasvases, los incendios. Todo parece indicar que hubiera sido más rentable hacer un buen casco de buque, bien diseñado, con previsión, con rigor, con tiempo por delante. Sin embargo, se ha preferido ir improvisando soluciones e ir tapando las vías de agua según surgían, a saltos, precipitadamente. Quizás sea el gusto por la emoción y el riesgo, cosa aceptable mientras no nos llegue el agua al cuello.