LA CONSTITUCIÓN española, en línea con los tratados internacionales y con las constituciones europeas, reconoce el derecho a expresar y difundir los pensamientos y opiniones por medio de la palabra o el escrito con el límite de la verdad y el respeto a los derechos al honor y a la intimidad. No basta, por tanto, que la información sea cierta, sino que se exige que no se lesione el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen, cuya destrucción no se justifica ni aun en el supuesto de que las informaciones sean veraces. Por eso, y si en España fuese, lo ocurrido con las viñetas de Mahoma en Dinamarca habría supuesto una evidente intromisión en aquellos derechos, en las ideas religiosas de muchos ciudadanos, no sólo por no responder a la verdad el atribuir a Mahoma la colocación de bombas -por más que muchos las pongan en su nombre-, sino, lo que es peor, por ofender a millones de personas de forma grave -gravísima para ellos- y, por si fuera poco, innecesaria. Es cierto que lo ocurrido, pero al revés, es decir, viñetas de Cristo en un periódico musulmán, habría pasado desapercibido para nosotros. Ya sé que la reacción de miles de fanáticos quemando embajadas no puede venir amparada por justificación alguna. Ya sabemos lo que ustedes quieran, pero también empezamos a saber que aquí hay pirómanos que, al socaire del sacrosanto derecho de la libertad de expresión, prenden la mecha, ya bien usada, del enfrentamiento entre dos mundos o dos civilizaciones . En 1996, el profesor de Harvard Samuel Huntington publicó la clarividente obra El choque de civilizaciones, en la que sostenía que la fuente fundamental de conflictos en el mundo posterior a la guerra fría no tiene raíces ideológicas o económicas, sino más bien culturales. Predecía que el choque de civilizaciones dominará la política a escala mundial y a medida que la gente se vaya definiendo por su etnia o religión, Occidente se encontrará más y más enfrentado con civilizaciones no occidentales que rechazarán sus ideales: la democracia, los derechos humanos, la libertad, el imperio de la ley y la separación entre Iglesia y Estado. Pues bien, ayer Irak, hoy el mundo islámico, mañana tal vez Irán ponen de nuevo de actualidad las tesis de Huntington, al tiempo que el orgulloso mundo desarrollado protesta por los excesos de la respuesta fanática y no se interroga si la primera medida no sería pedir perdón. Si de algo sirviese, vaya mi perdón de occidental por delante. Perdón y comprensión, que es el primer paso para intentar que el enfrentamiento que parece cada día más inevitable y profundo pueda aliviarse.