Un poeta vuelve del exilio

La Voz

OPINIÓN

Como Salvador de Madariaga, Sánchez Albornoz y otros exiliados, Rafael Alberti dijo que no volvería a España hasta que muriese el general Franco. Y lo cumplió, a pesar de las penalidades que pasó en algunos de los países en los que vivió expatriado.

26 abr 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

Llegó a Madrid por el aire, con la primavera en ciernes y su partido comunista recién legalizado. El PCE quiso, además, que fuese candidato por la provincia de Cádiz (nació en el Puerto de Santa María en 1902) en las elecciones generales que se iban a celebrar el 15 de junio de 1977. Salió elegido y presidió, con la Pasionaria, la mesa de edad del Congreso de los Diputados. Tenía 23 años cuando ganó el Premio Nacional de Literatura con su poemario Marinero en tierra. Instalado desde 1917 en Madrid, conoció a los grandes literatos de la época, como Juan Ramón Jiménez, Emilio Prados y Antonio Machado, y a los de su generación, como García Lorca, Gerardo Diego, Jorge Guillén, Aleixandre, Pedro Salinas... En 1930, a punto de ingresar en el PCE, se casó con la escritora María Teresa León y empezó a acercarse al teatro, con obras como El hombre deshabitado y Fermín Galán. Viajó a la Unión Soviética y escribió poemas políticos, como ya había hecho durante la dictadura de Primo de Rivera. Comenzada la Guerra Civil, la hizo a pie de trinchera. Secretario de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, fundó las revistas El Mono Azul y Octubre. Dio a luz el más bello romance de la contienda bélica, dedicado a la lucha de Madrid contra el asedio del fascismo. Derrotada la República, se exilió, primero, en Francia; luego, en Argentina; después, en Italia. Alberti siguió luchando desde fuera con el arma de la poesía. Una de ellas se la dedicó a Gómez Gayoso y a Seoane, ejecutados por garrote vil en 1948 en A Coruña. Comenzaba así: «La caja de mi guitarra/ no es caja que es calabozo/ penal donde pena España». Antes, en 1942, había publicado el primer tomo de sus memorias, La arboleda perdida. Otra ejecución, que alcanzó mayor repercusión internacional, fue la de Julián Grimau, en abril de 1963, condenado y fusilado en Madrid por rebelión militar tras un consejo de guerra sumarísimo. Alberti, pronto al quite, le dedicó un poema, publicado en España hoy (Ed. Ruedo Ibérico, París), que comenzaba con estas estrofas: «Rebelión militar, Señor, ¿quién fue el primero/ que ensangrentó la patria pobre que amanecía, / quién la sacó de madre y quién fue el carcelero/ que le encadenó el alma con tan lenta agonía?». Entre su medio centenar de títulos, destacan, aparte de los citados, Verte y no verte, Entre el clavel y la espada, Pleamar, Retornos de lo vivo lejano, Abierto a todas horas, Coplas de Juan Panadero, Roma, peligro para caminantes, Fustigada luz, Oda marítima, y las obras teatrales El adefesio y Noche de guerra en el Museo del Prado. Cuando, el 27 de abril de 1977 regresó a España, declaró en el mismo aeropuerto: «Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta como símbolo de fraternidad entre todos los españoles». Posteriormente recibió numerosos premios, entre los que destacan el Miguel de Cervantes y el Nacional de Teatro. Pero rechazó el Príncipe de Asturias por sus convicciones republicanas.