NO SE PUEDE decir que los españoles nos aburramos. Cada cierto tiempo, poco, nos despertamos con alguna noticia sorpresiva, inusitada, impactante¿ lo que no obvia que ante ella, y con frecuencia, nos contestemos con un resabio: ¡ya lo decía yo! Acaba de suceder con el ciclismo y de forma especial con significados protagonistas: el médico Eufemiano Fuentes, el director deportivo Manolo Saiz y los propios ciclistas. Los rumores que sobre ellos pesaban no hicieron meditar a los que por obligación tenían que hacerlo. Parece ahora que todo el mundo sabía que hay un número importante de ciclistas que coqueteaban con el dopaje; parece que todo el mundo sabía que por las mismas razones Saiz tuvo que vérselas con la Justicia en Francia, y que alrededor de todo ello, cocinándolo, emergía indefectiblemente el médico Eufemiano Fuentes. Sin embargo, y a pesar de tantos pareceres, lo que resulta sorprendente es que nadie de entre las autoridades deportivas responsables, entre otras cosas, de la pureza del deporte, la Federación Española de Ciclismo y la Secretaría de Estado para el Deporte, hubiese actuado de oficio tiempo atrás. Ha sido un órgano judicial, a instancias, o mejor, con la colaboración de un ciclista denostado, la que inició las investigaciones, cuando es bien sabido que de momento y mientras no se modifique el Código Penal, los tribunales tienen una escasa competencia en el asunto, al no ser delito el doparse y sólo poder perseguir a aquéllos que hayan facilitado a los ciclistas sustancias nocivas para la salud. Estamos por lo tanto ante un dilema interesante en el que se debe decidir si se quiere dejar las cosas como están, caminando a su aire, con algunos ciclistas dopándose clandestinamente y de vez en cuando surgiendo un positivo, o si por el contrario se pretende llegar al fondo. Para esta última hipótesis, la Federación y la Secretaría de Estado tienen que dejar de ser convidados de piedra y además de otras actuaciones convenientes deben personarse en el procedimiento penal, indagar qué ciclistas visitaban los laboratorios del médico Eufemiano, abrir expedientes, tomarles declaración y de comprobar que se dopaban, airearlo y ser absolutamente inflexibles en las sanciones. El dopaje es una práctica antagónica con el deporte. Es lo contrario del juego limpio y un amparo para el fraude y contra ello se debe levantar un muro de reprobación sin paliativos. También los ciclistas lo agradecerán.