La compañía protagonista

| VENTURA PÉREZ MARIÑO |

OPINIÓN

21 ago 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

EL COLOFÓN de los esperpénticos fuegos lo representa la inesperada reunión buñuelesca de decenas de incendiarios detenidos, provenientes en su aparente mayoría de zonas de marginalidad. Ese primer acto de verlos entrar o salir, entre guardias, de las dependencias policiales y judiciales, después de haber conquistado protagonismo, después de gozar de su día de gloria, nos pone delante del desarrollo del drama. Ahora, además de las estrategias referentes al monte, hay que pensar en el tratamiento que se ha de dar a los incendiarios. Se hace inevitable el discurrir sobre qué se hace con esos epígonos, ¿mayoritariamente enfermos?, de la Galicia más paupérrima. Y para ello no son pocas las incertidumbres. Las penas que prevé el Código Penal para los autores de incendios que hayan puesto en peligro la integridad o la vida de las personas no son pequeñas, de 10 a 20 años de prisión. Y para hacerse una idea de la gravedad de la respuesta penal, se puede señalar que al culpable de homicidio se le imponen entre 10 y 15 años, y al de violación, entre 6 y 12. No es, en consecuencia, un problema de previsión de años de cárcel. Sin embargo, sí lo es la cercanía de la imposición de las penas, al tratarse de unos de los efectos más beneficiosos de las condenas, no ya la cantidad de años que se imponen, sino que se visualice una respuesta rápida que puede ayudar a impedir muchos de los efectos miméticos que a veces el ansia de protagonismo genera. De ahí que los procedimientos judiciales deben ser impulsados sin pausa, y en ello tiene mucho que decir la dirección del fiscal, que es deseable obedezca a un criterio único. No se me oculta sin embargo la dificultad de acelerar los procesos, máxime al estar previstos, legalmente que este tipo de delitos -incendios- sean enjuiciados por jurados populares (¿por qué?), lo que además de lentitud conlleva criterios dispares y difíciles de encasillar en una estricta lógica jurídica. Queda por último dibujar el papel de la Xunta en los procedimientos judiciales. Lo deseable, y creo que obligado, es que la comunidad se persone en las causas, es decir, se constituya en parte, asegurando con ello que la acusación sea homogénea. Vivimos en una sociedad muy compleja. Hemos visto, aplicando la lógica, conspiraciones donde parece que lo que predomina es la perturbación. Nos cuesta aceptar que la irracionalidad se implica en nuestras vidas, en nuestros fuegos y en tantas cosas. Pero así es. Es la sociedad que con tanto esfuerzo se va construyendo, de la que algunos pocos por diferentes causas se quedan descolgados y, a veces, como movidos por un solo impulso, se reúnen en procesión kuklusklanera. Son los que ahora tenemos que juzgar.