Conocimientos inútiles

| ARTURO MANEIRO |

OPINIÓN

12 mar 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

LA TELEVISIÓN española está aportando a la sociedad unos conocimientos que serían impensables sin su existencia. Su capacidad de difusión universal, la posibilidad de estar presente en todos los hogares y lugares sin distinción de edad o cultura, extienden el saber sin límites. La televisión ofrece unos conocimientos tan sorprendentes como inútiles. Lógicamente, no me estoy refiriendo a los espacios de divulgación científica, ni a los documentales de La 2. Me refiero a los programas que se ven de verdad, los que más horas ocupan y más audiencia tienen. Son programas que dan trabajo a los presentadores más famosos, a los que ponen más entusiasmo en lo que dicen. Son esos programas en los que se difunden problemas personales, fobias, filias, amores, desamores, agradecimiento, ingratitudes, aficiones, vida diurna y nocturna, compañías, viajes en avión, estancias en hoteles o en vehículos en la oscuridad. Son programas en los que se ofrecen imágenes provocadas, robadas, ocultas, reales o virtuales; se ofrecen imágenes de mujeres que son mujeres, de mujeres que no lo son, de mujeres que se han hecho en quirófanos, de hombres que no son hombres, etcétera, con todas sus angustias, sus frustraciones y sus grandes satisfacciones. Hay muchos ciudadanos españoles que dedican gran parte de su capacidad intelectual a saber si a un chico que antes era chica le engaña su novia actual. Siguen con atención los debates que enfrentan a los dos personajes, las infidelidades que se echan en cara, los vericuetos de relaciones anteriores y posteriores. Es una gran cantidad de energía intelectual gastada en adquirir conocimientos inútiles. Hay canales que ofrecen a sus telespectadores la posibilidad de saber si la mujer de un señor que es igual a su hermano engaña a aquél con éste. El programa ofrece la gran exclusiva de enfrentar a los tres para saber la verdad. Los dos señores son profesionales de los debates televisivos y la mujer es otro producto televisivo. Y así se podrían poner ejemplos mil que ven millones de telespectadores. Miles y miles de ciudadanos adquiriendo conocimientos inútiles, ficticios, ilusorios, tranquilizantes, hipnóticos. Y quizás no son los peores.