SE suceden los estrenos y poco interesan. El problema del cine de ahora es que no hay guión. Los guiones de antes eran tan buenos que se podían editar como la mejor de las novelas. Cada frase estaba medida. Te metían de cabeza en la historia y no te soltaban hasta las letras grandes del final. Si quieren ver cine de verdad, háganse un favor y vuelvan a ver Eva al desnudo, por ejemplo. Siempre pensé que mi película favorita era El crepúsculo de los dioses, otra joya del cine en blanco y negro, mucho más emocionante que todo el cine a colorines, salvo honrosas excepciones (Apocalypse Now o El Padrino, san Coppola). Pero ahora, los años mudan las lealtades, creo que me quedo con Eva al desnudo. El crepúsculo es más triste, más melancólica, más apesadumbrada, más pantanosa, una ciénaga sobre el peso y el paso del tiempo. Pero Eva al desnudo es más como la vida real. Es más dura, actual, un filo, descarnada. Bette Davis está genial (no sabía estar de otra manera) y Anne Baxter borda el retrato de la joven que sólo busca trepar. Véanla, porque retrata nuestra sociedad mucho mejor que el cine de hoy. Ahí ratificarán como cada uno mira para su ombligo y el ombligo de su prójimo sólo interesa para devorarlo. Eva al desnudo demuestra que siempre habrá tiburones que se comen pececillos. Refleja mucho mejor que Oliver Stone en Wall Street este mundo de caníbales que se apoyan en los demás para pisarles la cabeza. Claro que Joseph L. Mankiewicz fue un genio entre los genios. El filme sucede en los camerinos del teatro. Pero cambien actores por políticos, y obras por mítines, y obtendrán la misma lección. Al ser humano le mueve el ansia de poder, poder sobre todas las cosas. El amor es una especie para dar sabor y la bondad sólo nos pone cachondos, unas horas, en Navidad. cesar.casal@lavoz.es