UN LECTOR, mi amigo el poeta verinés exiliado en Madrid Antonino Nieto, me recuerda, al hilo de un reciente artículo y una conversación que anticipaba las efemérides del próximo año, en el que se cumplen doscientos de la Guerra de la Independencia, la memoria del Batallón Literario que combatió a la francesada con ejemplar valor uniéndose al ejército, a las tropas mandadas por Blake. Eran unas columnas patrióticas integradas por estudiantes alistados bajo la bandera de rayas azules y blancas que llevaba a Galicia como enseña. Pero lo realmente conmovedor fue el nombre elegido: Batallón Literario. Y uno, que es de viejo letraherido, ubica a los jóvenes estudiantes de Humanidades, doctorandos en Latinidad, geógrafos midiendo el universo, médicos en una real lección de anatomía después de una batalla, teólogos debatiendo de patrística e interpretando la lucha por san Agustín, cercando a los dragones del general Ney donde A Coruña era campo, y escribiendo el ultimátum con el pendolista de guardia y una caligrafía que emocionó al militar. La bandera blanca era de armisticio y no de rendición y la imagino de hilo de Holanda o de lino tejido en A Mariña luguesa. En Alba de Tormes, el Batallón sufrió una gran desfeita y las bajas fueron tan numerosas que ningún pintor tuvo óleo suficiente para contar en un lienzo la sangre derramada. Quedaron menos de cien efectivos. En Santiago, en la fachada del convento de San Paio, hay una lápida romántica que recuerda a los héroes del Batallón Literario de 1808 y a los escolares compostelanos. Honor y gloria a su memoria. Y hoy, 23 de abril, día mundial del libro y la lectura, es una fecha excelente para recordarlos. Como recordamos que otro 23 de abril del año 1846 un nuevo batallón literario que proclamaba patria y libertad perdió en Cacheiras la batalla decisiva contra las fuerzas leales al Gobierno de Madrid. Tres días después eran fusilados en Carral Solís y once oficiales leales a la Xunta Superior de Gobierno de Galicia. No sé por qué arribaron a esta playa literaria; acaso sea porque se cuelan en la conversación que siempre llega a Galicia como lugar de destino y punto de partida, quizás porque existe en el aparato celular de los gallegos una lectura de nostalgia revolucionaria que emerge cuando se pide amparo a la cultura libresca. En cualquier caso, nosotros, militantes de la retaguardia del batallón literario, recuperamos los hilvanes con los que la memoria va tejiendo el olvido, y hoy, 23 de abril, es una excelente ocasión para el recuerdo.