Esta novedad no parece estar acorde con las últimas tendencias en la enseñanza superior, al menos por tres razones. La primera, porque nuestra integración en el Espacio Europeo de la Educación Superior implica una revalorización de la función docente del profesor universitario, con especial énfasis en los aspectos orientador, supervisor o formador. Es decir, un mayor acercamiento precisamente a competencias clásicas del departamento de educación: formación y cualificación pedagógica del profesorado, tutoría y atención personal al alumno, nuevas estrategias de aprendizaje y de enfoque de la actividad académica? No es una opinión. Fue un compromiso de los responsables de la educación superior en nuestro país, hace cerca de diez años, al suscribir, junto con otras 29 naciones, la Declaración de Bolonia. Por cierto, ¿se va a llevar mejor este proceso de convergencia desde el citado Ministerio de Ciencia e Innovación? En segundo lugar, no podemos olvidar la clásica descoordinación entre las distintas etapas de nuestro sistema educativo. Han sido tradicionalmente compartimentos estancos. Se ha avanzado en la relación primaria-secundaria y hubo tímidos pasos entre esta y la universidad. Los responsables de ambos niveles vienen siendo conscientes de la gran importancia de esta relación y, desde la pasada década se llevaron a cabo diversas acciones de acercamiento. Desaparecido hace bastantes años el curso preuniversitario y algunos menos el de orientación universitaria, nuestro corto y débil bachillerato necesita urgentemente de una sólida coordinación con la universidad, para evitar el fracaso de muchos alumnos que optan por continuar estudios en esta. Hay que conseguir un equilibrio entre factores tan importantes como la vocación o intereses del joven, sus aptitudes o capacidades, su preparación previa y sus expectativas profesionales. Es fundamental establecer vínculos de unión entre dichas etapas. Por último, la vigente Ley Orgánica de Educación (LOE) se centra en las enseñanzas no universitarias. En el artículo 3 se relacionan las diez que conforman el sistema educativo, de las cuales la décima es la universitaria. Y esta, a partir de ahora se va al mundo empresarial y de la investigación. Criticábamos que la docencia, en la universidad, estaba siendo relegada a un segundo plano, dado el mayor atractivo, por ejemplo, de la investigación. Pues a partir de ahora, si alguien no lo remedia, aún será peor. Nos queda la esperanza de pensar que en la casi totalidad de las comunidades autónomas, que tienen transferencias plenas, Educación y Universidades siguen estando juntas.