El silencio

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

19 feb 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

P arece que Fernando Sánchez Dragó tiene clavada en la puerta de su casa de Castilfrío de la Sierra una frase que dice «Solo soy yo cuando estoy solo», que es una versión culta de «Cuidado con el perro». La soledad tiene que ver no solo con el silencio, sino, sobre todo, con el sonido que queremos oír: el órgano de Cesar Frank o los golpes de la vajilla de loza cuando recogemos el lavaplatos. La compañía forzada, sobre todo la compañía de la radio, de la televisión, nos obliga a vivir otra vida distinta, o nuestra vida de distinta manera. Para mí el ruido es muchas veces como el piano sordo que tocaba Rachmaninov en la borda del trasatlántico que lo llevaba a Nueva York en 1909. Pero la vida es ruido. Cuanto más calor, cuanta más pobreza, cuanta más alegría más ruido. En la televisión vemos concursantes que no piensan o piensan en alto, mostrando impúdicamente su estupidez y su ignorancia. Su incapacidad para reflexionar -uy, ¡arte!, no sé, mejor elegimos «famosos»-, en una demostración palpable del fracaso del sistema educativo. Y uno piensa a veces que el silencio es perverso, pero tan necesario como el álgebra o la gimnasia, porque en realidad solo estoy en silencio cuando estoy solo. Porque además el silencio no es el secreto. El secreto, la ilegalidad, la corrupción, sorprendentemente, son muy ruidosos. Dejan detrás un obsceno rastro de desenfado, de frivolidad, de charla distendida cuya grabación acaba escuchándose en los juicios con gran vergüenza ajena.