El gran lastre para que Galicia avance

Andrés Precedo Ledo CRÓNICAS DEL TERRITORIO

OPINIÓN

29 mar 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Si revisásemos los archivos de prensa, los debates televisivos, radiofónicos o políticos, encontraríamos que el tema al que en Galicia se ha dedicado más tiempo es al localismo pueblerino y a la rivalidad egoísta de las ciudades. Unas veces son los aeropuertos, otras las universidades, los destinos turísticos, los palacios de congresos, los teatros y auditorios, los recintos feriales y hasta los puertos, sin olvidar lo de las cajas. Podríamos poner nombre a medios, políticos, líderes de opinión, asociaciones profesionales, instituciones corporativas que se han distinguido y siguen destacando por su paroxismo localista.

Este debate no conduce a nada porque a nada puede conducir. Lo que está, está. En contraste, en otras regiones españolas que tienen tantos aeropuertos, universidades, recintos expositivos y demás como nosotros, este tema no se debate o se hace en su justo límite. Porque las infraestructuras, aunque no aseguran el desarrollo lo facilitan, y porque lo importante es dejar de mirarse al ombligo y buscar fórmulas para avanzar y rentabilizar esos equipamientos con estrategias innovadoras. Así han surgido en las ciudades españolas importantes plataformas empresariales especializadas de industrias tecnológicas, energéticas, aeronáuticas, biomédicas y culturales.

Y en esas empresas nuevas trabajan cientos de los investigadores que se forman en las universidades. Aquí también los investigadores quieren ser funcionarios.. Allí se han construido metros, tranvías y redes de transporte público sostenible que articulan las áreas metropolitanas y las enlazan entre sí y con el exterior. Aquí, después de haber hecho una mala planificación del ferrocarril nos enzarzamos en iniciativas que pueden reducir las pocas ventajas conseguidas. Aquí seguimos montando gobiernos metropolitanos innecesarios y que en ninguna parte funcionaron bien.

Ellos avanzan, nosotros, en el mismo sitio. Y me parece que seguiremos porque esa falta de espíritu de innovación está asociada a males sociales endémicos: un escepticismo nada fértil, una desconfianza neutralizadora y una envidia esterilizante. La mayoría siguen mirando a Galicia con las gafas de la subvención, el amiguismo, el inmovilismo, y la funcionarización social. Algunos aún siguen rehenes de esa mentalidad ruralista, y lo peor es que no pocas veces son valorados por ello. Es una lástima, porque en este manto de mediocridad nada distinto puede aflorar. La innovación aquí no tiene mercado, es mejor venderla fuera.