Fuentes, Chavela

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

16 may 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Quién supiera reír como llora Chavela, decía aquella canción. Chavela Vargas también derrama hazañas de tequila, historias de canciones y lágrimas de despedidas en Internet. «Silencio, por favor. Mi gran amigo Carlos Fuentes se fue. Uno a uno, mis amigos se van y yo aquí sigo esperando... Hasta siempre», escribió en Twitter cuando conoció la noticia de la muerte del autor. La voz ronca de Chavela rebotaba por el ciberespacio. Fuentes se fue cuando todavía parecía que guardaba lucidez suficiente para llenar años y años. Confesó haber llegado a la literatura de la mano de Don Quijote. Hurgó en las heridas de su país, les aplicó la sal y el limón de sus palabras a los poderosos, a los políticos que llegaban para vender viejas cantinelas con nuevas canciones. Escribía, por momentos, cuchillo en mano y sin anestesia a la vista. Con autoridad. Y sin perder el sabor de la raíz. «No hay globalidad que sirva sin localidad que valga», apuntaba. Sus denuncias fueron las del patriotismo bien entendido. Porque México, situado geográficamente en Norteamérica, siempre está al sur de manera extraoficial. O eso marca la brújula del alma, aquella que no dibuja el mapa mundo según la dictadura de la longitudes y latitudes numéricas, la que no sabe medir. Porque aquel país es el de los villanos públicos y los héroes anónimos. De excesos en la vida y en tantas muertes. De Chavela y Fuentes. El propio escritor dijo una vez que la novela difícilmente compite con la historia en Latinoamérica. Pero su obra consiguió hacerle frente mirando a los ojos al pasado. Afortunadamente, sus personajes ya nunca descansarán en paz.