Krugman, el converso que va a salvar el euro

Gerardo González Martín EN DERREDOR

OPINIÓN

16 jul 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

C ada día es más evidente que la mayoría de los economistas son como buena parte de los meteorólogos, que no aciertan si acaso más que en el análisis pero yerran en los pronósticos. Lo malo es que el único riesgo que se corre con unos es que te empapes y te encuentres en casa hecho unos zorros y con los otros el problema pueda estar en que al llegar al hogar te hayan ejecutado la hipoteca y no tengas ni sitio en el que secarte. O sea, que en estos supuestos no es verdad el viejo dicho de que las ciencias adelantan que es una barbaridad.

Del nobel en general no hay que fiarse del todo, y por ahí andan algunos nobeles de la paz como muestra fehaciente de que no puedes creer a pies juntillas ni en los suecos. Es evidente el prestigio de los galardones que llevan el nombre del príncipe de Asturias, que ojalá hubieran amparado a Urdangarin con el premio a la decencia antes de dar los pasos que supuestamente dio; hay que creer hasta el juicio final en la presunción de inocencia. Las dos recompensas las tiene sobre sus hombros el célebre y por muchos celebrado Paul Krugman, y ya ve, no es un tipo enteramente de fiar, porque se contradice a nada que uno recurra a las hemerotecas, y lo dice alguien como yo que defiende -la idea no es original- que la contradicción debería figurar en la Declaración de Derechos Humanos. A pesar de haber dicho hoy negro, ayer blanco y mañana sus intereses dirán qué color nos coloca en sus proclamas de profeta bien pagado por el New York Times, el ilustrado economista goza de una fama de hierro: ahí está su reciente libro ¡Acabad con esta crisis! y millones de seguidores en las redes sociales.

Ahora, Krugman, que tantos disgustos nos ha dado, le echa un capote a España. ¿Acaso tendrá aquí más derechos de autor que en otros países que aún vilipendia? Sea lo que sea, al menos ha puesto su firma en el consejo de que no se pueden empeorar las cosas con más impuestos, cosa que a un keynesiano se le agradece, y tampoco con los recortes que aquí llamamos a veces reformas. Al menos, según su receta, Rajoy no tendrá que hacerle a todos los españoles un seguro como al Códice recuperado, que nos garantice un pedazo, aunque sea pequeño, del Estado de bienestar. Aunque volviendo a Internet, no viene tampoco mal tener en cuenta la moraleja de un cuento mexicano que circula por la Red: «La experiencia adquirida con el paso de los años nos ha enseñado que solo se valora aquello que se ha adquirido, como resultado de nuestro arduo trabajo, que solo cuidamos aquello que nos ha costado esfuerzo, sudor sacrificio y hasta lágrimas». Por lo que aún pueda venir.

Bienvenidos sean incluso los conversos, como el personaje de turno, que aunque enemigo del euro, parece dar prédicas más razonables que las anteriores para salvar la moneda única y con ella a la Europa que nos concedió tantos fondos mal gastados en paseos playeros y bagatelas por el estilo.