Sánchez Gordillo como síntoma

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

13 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Con Rajoy y Rubalcaba de vacaciones, el histriónico Sánchez Gordillo se ha convertido en la estrella mediática de agosto. Al caudillo de Marinaleda le ha bastado transmutarse en una especie de mezcla de Robin Hood y Curro Jiménez y dirigir el robo en unos supermercados para acaparar el prime time televisivo y las primeras páginas de los diarios. Sus hazañas han llegado incluso al extranjero. La pregunta que habría que hacerse es por qué esta maniobra simbólica, provocadora, demagógica y propagandística ha tenido tanto eco y un nada desdeñable apoyo ciudadano, aunque es evidente que hay otras formas mucho más efectivas de repartir comida a los necesitados, como hacen la Cruz Roja, el Banco de Alimentos o Cáritas; por qué el discurso anticapitalista de brocha gorda del utópico líder jornalero cala en amplios sectores. La sobreactuación del PP y de algunos medios, paradójicamente los más conservadores junto a los siempre dispuestos a subirse al carro del sensacionalismo, ha sido muy importante. ¡Hasta le han culpado de hacer subir la prima de riesgo o de perjudicar la imagen de España, como si otros no la hubieran hundido ya! Pero aún ha influido más que juega en terreno favorable: la pobreza crece de forma alarmante y de su mano la desesperación, caldo de cultivo para potenciales salvadores mesiánicos. Las comparaciones también están de su parte: ¿qué es el robo de unos carritos comparado con los escándalos sin castigo de Bankia, las cajas o las preferentes? Todo esto hace que un outsider comunista, un tanto friki pero muy hábil y con el viento a favor, sea el gran protagonista. Un síntoma muy preocupante.