Todos recordamos el día que Mariano Rajoy acusó a Zapatero de traicionar a las víctimas del terrorismo. Fue lo más hiriente que se pudo decir a un presidente. Pasados los años, y como si se tratara de una venganza del destino, el mismo Rajoy sufre la injusticia de que le hagan parecidas acusaciones. Decenas de artículos y declaraciones le reprochan debilidad ante Bildu o llaman «zapaterista» a su política. La derecha está dividida, y esa división llegó al comité de dirección del Partido Popular, donde Mayor Oreja y Esperanza Aguirre criticaron con dureza las decisiones del Gobierno sobre el etarra enfermo de cáncer al que hemos convenido en identificar por su segundo apellido: Bolinaga. Destinatario directo de las críticas, Jorge Fernández, ministro del Interior. Destinatario indirecto y por elevación, el presidente. No es extraño que algunos medios intuyan una rebelión interna contra el liderazgo de Mariano Rajoy.
Personalmente, ni me asombra, ni me sorprende, ni me escandaliza este episodio. Al revés: me parece saludable para el país que ese comité sea un foro donde se exponen las distintas sensibilidades que hay en toda fuerza política, y no un lugar para reverencias y decir sí, bwana al patrón. Si antes hemos censurado el silencio de los corderos socialistas en su comité federal, y con ese silencio se convirtieron en cómplices de alguna barbaridad política, hoy tenemos que elogiar el debate interno del Partido Popular. Y además, que trascienda, porque son nuestros gobernantes. Y además, que no haya represalias: en eso consiste la libertad. Lo demás es dictadura del aparato.
Solo pongo dos condiciones a esa libertad. Una, que se midan las consecuencias de las discrepancias. Un lío interno en la cabeza del partido que gobierna España solo tiene un beneficiario: la fuerza política que no trata a Bolinaga con sentimientos humanitarios, sino que lo utiliza como instrumento propagandístico en vísperas de las elecciones en el País Vasco. Darle a ese partido el menor de los beneficios es un error de probable alcance histórico. Tiene razón Basagoiti: ya está bien de hacerles campaña gratuita, como en las últimas elecciones municipales.
La segunda, que la discrepancia no tenga fines ocultos. Por ejemplo, el de iniciar una operación de acoso al liderazgo de Rajoy. Y no nos engañemos: esa operación existe, y tiene inspiraciones dentro del PP y terminales mediáticas. Hay un ruido de fondo, con acompañamiento de sonoros artículos, que se propone erosionar la imagen del presidente. No trato de defender a Rajoy, que se defiende muy bien solo, pero es precisa una advertencia: tal como está España, solo nos faltaba una crisis en la presidencia del Gobierno.
Y encima, alentada desde el Partido Popular.