Los ricos

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

11 sep 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

S e atribuye al intrigante político italiano Giulio Andreotti, aunque la cita pertenece a su compatriota Amintore Fanfani, el juicio de que en la política española manca finezza. Lo afirmaba en referencia a la incipiente clase política que alumbró la transición democrática. Pero lo cierto es que, treinta años después, en esta España de discursos políticos de brocha gorda sigue echándose en falta la finura, el toque, la finezza. La crisis ha recuperado por ejemplo ese sermón arcaico que pretende reducir la política y la economía a un enfrentamiento entre pobres y ricos. Así, sin matices. Quienes usan ese lenguaje político primitivo añaden un gesto de desprecio para referirse a «los ricos», como si el hecho de serlo bastara para escupirles a la cara.

Por supuesto que quienes más tienen deben aportar más para salir de la crisis. Lo contrario sería una locura. Pero se engaña a los ciudadanos cuando se les dice que solo los ricos tendrán que hacer sacrificios y que basta subirles a ellos los impuestos para solucionar los problemas. Y es además obsceno no diferenciar en ese discurso entre las muy distintas formas de hacerse rico. Resulta obvio que a quien se enriquece a base de apretar una tecla de su ordenador especulando desde un despacho a costa del bienestar de los demás hay que sangrarlo fiscalmente mucho más de lo que se hace ahora, hasta que se le quiten las ganas de seguir haciéndolo. Pero aplicar indiscriminadamente ese mismo tratamiento fiscal opresivo a todo aquel que funda una empresa y consigue una prosperidad económica personal a base de esfuerzo, creando a la vez puestos de trabajo y riqueza para el país, no es solo una estupidez, sino un suicidio económico. Convertir a los emprendedores y a quienes tienen éxito profesional en sospechosos habituales es un pasaporte al precipicio.

Ser rico no es en principio ningún delito. Y no solo los de derechas tienen derecho a serlo. El hecho de que a uno le toque la lotería no lo convierte tampoco automáticamente en un ser despreciable. Prosperar económicamente lo máximo posible, cada uno en su campo, para tener una vida más desahogada y poder dársela a los suyos es afortunadamente el objetivo de la inmensa mayoría de las personas. Si no existiera esa predisposición genética a mejorar nuestras condiciones de vida, a hacernos ricos, como dirían algunos, no habría crecimiento y andaríamos todos en taparrabos. Muy satisfechos, eso sí. Hasta a Sánchez Gordillo le gustaría ser millonario, aunque solo fuera para ir repartiendo sus bienes por los pueblos entre los más necesitados, en lugar de tener que andar acogotando a las cajeras de Mercadona. Afirmar además que solo se van a pedir esfuerzos a los ricos y subir inmediatamente los impuestos a todo el que gane 26.000 euros brutos, como ha hecho Hollande, es un ejercicio de cinismo. Al final va a resultar que en plena crisis la mayoría de ustedes son ricos y no lo sabían.