De las elecciones al debate del futuro

Andrés Precedo Ledo CRÓNICAS DEL TERRITORIO

OPINIÓN

03 dic 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Tras las pasadas elecciones gallegas, se reforzó la difusión exterior de una imagen de Galicia como una comunidad solvente, responsable, seria y bien gestionada, sobre todo en comparación con los desvaríos de otras autonomías. Una imagen de marca que en la actual coyuntura resulta muy positiva. Estamos, por tanto, bien posicionados para que el nuevo Gobierno pueda dar un impulso a nuestra economía y al empleo, mediante una política de atracción de empresas que vaya más allá de los limitados ámbitos de la construcción naval y del automóvil, porque la Galicia de hoy es bastante más que eso, y a la del mañana no le quedará otro remedio que serlo. No olvidemos que detrás de la atracción de inversiones y empresas está el futuro de nuestro sistema financiero, y de la posible expansión de nuestro mercado de trabajo, es decir de esa creación de empleo de calidad que tanto necesitamos, y también una de las escasas posibilidades de restañar nuestra enfermiza pirámide demográfica.

Frente a esta visión esperanzadora en lo que a la atracción de capital privado concierne, y sin que ello signifique desconocer nuestros puntos débiles, tenemos un panorama más sombrío en lo que a la inversión pública se refiere. Cabe prever que la recaudación fiscal se reducirá por la contracción del consumo y de las rentas, que los aportes del Estado central serán cada año más limitados por el efecto del déficit y que los fondos europeos serán mucho menores. Ahora es el momento de poner en marcha una acción política selectiva y estratégica.

Queda mucho por recortar en el gasto público y en el de las Administraciones locales, particularmente en algunos municipios; queda también mucho por hacer en el adelgazamiento de la Administración pública y en la agrupación voluntaria de municipios, queda también mucho camino para avanzar en austeridad y dejarse de financiar actuaciones que solo se justifican por las presiones de un localismo atroz; es asimismo más necesario que nunca reducir el coste de una clase política sobredimensionada y en algunos casos superflua. Queda, en fin, un largo recorrido.

Todo menos seguir dirigiendo los inevitables recortes hacia los castigados funcionarios, hacia el copago farmacéutico y sanitario, hacia la enseñanza, y -en general- hacia la política social. Porque la Xunta, con menos dinero, tiene ante sí mayores retos: el incremento de la población mayor, promover nuevos sectores innovadores y por eso competitivos, el desarrollo del enorme potencial del medio rural y la retención de nuestro talento y con él de nuestro capital de futuro más importante.

Como en la campaña el partido ganador habló casi siempre del pasado y los de la oposición jugaron con demasiada irresponsabilidad con el futuro, ahora que se está debatiendo el futuro programa del nuevo Gobierno, los políticos desde la tribuna y los ciudadanos desde la participación, debemos aprovechar esta favorable coyuntura para reflexionar ese futuro con una visión que vaya más allá de un debate partidista o de una política de campanario a la que muchos nos tienen acostumbrados y que es más una pervivencia del pasado que una estrategia del futuro. La Galicia del futuro tiene que ser distinta de la actual o no seremos capaces de afrontar los graves retos internos.