Hace ahora algo más de un año, el gobierno Zapatero tuvo uno de sus últimos gestos con un banquero: lo indultó. Don Alfredo Sáenz, que llevaba dieciséis años en litigio por denuncia falsa contra varios empresarios, fue objeto de la gracia del Consejo de Ministros. Pasado el tiempo, sigue siendo una de las decisiones menos estéticas de un gobierno apellidado socialista. Aún hoy se recuerda y sale en las conversaciones como demostración de favoritismo hacia las clases altas de la sociedad.
Rodríguez Zapatero se marchó con esa estampa -desde luego, no la peor de su mandato-, y llegó Mariano Rajoy. El actual presidente debe tener un gran corazón, o tiene necesidad de dejar espacio en las cárceles, porque su gobierno está siendo uno de los más generosos en la concesión de indultos. Según datos publicados, ha concedido un total de 468 en los once meses de gobierno. Sale una media de diez beneficiados por esta medida de gracia por Consejo de Ministros. Y también dio la nota: indultó a cuatro miembros de la policía autónoma de Cataluña que habían sido condenados por un delito de torturas. No conozco a nadie que entienda por qué hubo que indultar a esa gente, como no conozco a nadie que justifique la misma medida de gracia otorgada a varios miembros del partido Unió Democrática de Cataluña condenados por asuntos de corrupción.
¿Cómo no extrañarse ahora de que se niegue el indulto a David Reboredo, que empezó a cumplir sus siete años de condena? No tengo más información que la publicada por La Voz de Galicia, pero la considero suficiente. Este hombre ha traficado con droga, pero no es ningún narco. Las dos papelinas que tenía en su poder cuando lo detuvieron no llegaban al medio gramo. Desde su puesta en libertad provisional, Diego llevó una vida normal, dejó de ser drogodependiente y se reinsertó en la sociedad. No hay ningún indicio de que siga siendo un delincuente. ¿Por qué se le niega el indulto?
Fíjense que no acudo al argumento humano del padre ciego que necesita su ayuda. Solo me fijo en el hecho de su rehabilitación. ¿Cuál es el fin de la cárcel? Rehabilitar al delincuente. ¿Cuándo se considera que alguien puede recuperar su libertad sin cumplir su tiempo de condena? Cuando se entiende que está en condiciones de insertarse en la sociedad sin peligro para los demás ciudadanos. Si el Ministerio de Justicia no aplica estos principios, está siendo arbitrario e injusto. Y no quiero publicar aquí lo que he dicho en la radio: ¿hace falta robar un mínimo de dinero para ser indultado? ¿Solo se valora el arrepentimiento y la reinserción en el caso de los terroristas? ¿Hace falta haber cometido uno de los delitos más odiosos, el de tortura, para ganar la libertad?