E l pasado es un sueño. Nunca recordamos lo que fue. Los pecios de ayer tienen siempre mil interpretaciones. Dos de los mejores escritores de las islas han coincidido en el mercado al dedicar sus dos últimos trabajos a dos ficciones sobre las trampas del recuerdo. Son Julian Barnes, que nos ha dado una espléndida El sentido de un final. Y ahora John Banville, que vuela tan alto como Barnes con su Antigua luz. Antigua luz es una expresión poética que se refiere también a la manera en que se denominan las luces de servidumbre a las que tienen derecho las casas de campo, las vidas. Banville, con su prosa teñida siempre de belleza, juega con la memoria de un actor de unos sesenta años al que le ofrecen un papel en el cine después de una destacada vida en el teatro. Los años de su primer amor cuando era un adolescente con una mujer que le llevaba veinte años, su mujer, su hija, los sucesos más duros se entremezclan con su relación con la actriz joven que es una estrella y que le recuerda a su propia hija. Pero una vez más, nada es lo que parece o lo que pareció. Dos testigos de lo mismo pintan mapas con diferentes lindes. Jamás hay una sola verdad.