Está de moda. Del beso de Rodin al beso de Klimt. Se reproduce tanto en láminas como en esculturas. Es El beso de Klimt. Hay muchas interpretaciones. La oficial es que se trata de Apolo que besa a la ninfa Dafne que se está convirtiendo en laurel. El pintor se inspiraría en las Metamorfosis de Ovidio. La no oficial es mucho más curiosa. El hombre de la túnica sería el propio artista, que era de vida liberal. Y besaría a una de sus amantes, Emile Flöge. Hay expertos que dicen que la modelo se parece a Emile. La historia termina más o menos bien, porque fue Emile la mujer con la que se quedó hasta el final de su vida. Gustav Klimt, de quien el año pasado se celebró el 150.º aniversario, fue un pintor simbolista y miembro destacado de la corriente modernista de la secesión vienesa. Tuvo una vida apasionante. Y su obra, en la que hay muchos desnudos femeninos, tiene una cotización muy alta. Son míticas sus decoraciones, sus mosaicos y sus dorados. Hoy sus obras figuran entre las más caras de la historia, como el segundo retrato que le hizo a Adele Bloch-Bauer I. Tenía una mirada privilegiada, tan de oro como el color que tantos veces usó.