De ordinario, medidas de gobierno ingratas para la ciudadanía se gestan a partir del rumor. En estos días, zumba en el aire la posible aplicación de peajes o de tasas en el tráfico ordinario por el uso de otros viales distintos a las autopistas, como las autovías. ¿Qué habrá de cierto en esta hipotética opción estatal, claro que radicalmente recaudatoria, algo así como una especie de maná caído del cielo para una economía que baja sobre plano inclinado? Ciertamente, el vehículo de motor hace años que es la diana de cualquier afán fiscal. Impuestos por la adquisición del automóvil, por su uso, por su guarda, por su estacionamiento, amén de cánones de distinta titulación por cualquier incidencia administrativa en la vida del vehículo. Al final, ¿quedará algo de la proclamación constitucional al libre derecho de circulación?