Por qué el PP pierde la batalla de la opinión

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

05 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Posiblemente haya un acuerdo básico sobre los motivos por los cuales no es creído Mariano Rajoy cuando proclama su inocencia, su limpieza ética y la falsedad de todo lo publicado hasta hoy. Es tal el cúmulo de razones aportadas en artículos y tertulias, que incluso quienes estamos dispuestos a creerlo tenemos reparos para reconocerlo. Y es que el problema no está en lo que el presidente diga. El problema está en otra cosa: en la convicción general de que lo publicado es cierto. Por lo menos, verosímil. Y a esa convicción no se le puede responder con la negación verbal, sino con pruebas de fuerza equivalente a la fuerza de lo conocido. Es decir, si hay papeles, reaccionar con papeles; si se pagó con dinero negro, demostrar que no es cierto; si han sido sobresueldos, convencer de que han tributado a Hacienda; y si salen nombres concretos, explicar por qué figuran en la lista del oprobio.

A cambio o a falta de esas concreciones, ¿qué estamos viendo? En la forma, una huida de las preguntas de la prensa, como si hubiera miedo a dar la cara, con el agravante cómico de hablar desde un monitor al lado del atril vacío. Y en el contenido, posiciones tan baratas como las de esos portavoces partidistas o mediáticos que nos vienen con estas: con que los papeles pueden haber sido escritos de una tacada, como si eso fuera sinónimo de mentira; con que pueden ser fotocopias, como si una fotocopia pudiera reproducir lo inexistente; con que el préstamo a García Escudero figura en la contabilidad oficial, como si un préstamo fuera un pago y pudiera legitimar todo lo demás; con que las confirmaciones de los cobros por algunos perceptores (y algunos pagadores) no tienen validez; y para rematar debidamente el cuadro, la persistencia en apaños económicos: el marido de Ana Mato, Jesús Sepúlveda, sigue cobrando del PP. Para salvar a la ministra, al señor Sepúlveda se le echa la culpa de la corrupción de los regalos de Gürtel, pero sigue en la nómina del partido. Y lo tiene que descubrir la prensa; la misma prensa acusada de mentir y amenazada de querellas.

Ante este panorama de sombras, siguen fluyendo datos que agrandan la alarma social: ahora toca el turno a las donaciones hechas al partido sin transparencia, posiblemente ilegales, con fines desconocidos, por no decir inconfesables, y presumiblemente repartidos en bolsillos privados. Empiezo a creer que en el PP no tienen conciencia exacta del daño que todo esto hace al país, a su crédito internacional y al sistema institucional. Si la tuvieran, estarían reaccionando de otra forma. Se quejan de que Rubalcaba pida la dimisión del presidente. Si oyeran a la gente en la calle, el líder socialista le parecería un alma de la caridad.