Ambiente urbano

Gonzalo Ocampo
Gonzalo Ocampo EL RETROVISOR

OPINIÓN

17 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El tráfico no agota su relevancia en la vida comunitaria por razón de las estadísticas de accidentes. Sus efectos van más lejos. No es que esté incardinado en la realidad social, es que forma parte primordial de ella, hasta el punto de cualificarla y de generar modos de vida radicalmente diferentes a los que eran propios del tiempo anterior a la motorización.

En las calles de los centros urbanos el automóvil ha venido a ser un agente decisivo en el deterioro del medio ambiente y del buen orden de la convivencia entre las gentes. De una parte, porque el sentido de la previsión de los gobernantes no ha tenido en cuenta el inexorable crecimiento de los parques de automóviles. De otra parte, porque, en un generalizado clima de carencias ético-morales, los mandatos legales han ido a remolque de un ejercicio de la autoridad débil y dubitativo. En tal ambiente, las normas de derecho positivo para el tráfico pierden eficacia, no se hacen cumplir y el deterioro del orden y la seguridad de la circulación de vehículos se hacen inevitables.