Es difícil encontrar un trabajo más pulido y a la vez espontáneo que los cuentos infantiles de Ana María Matute, una de las grandes damas de nuestra literatura. Por supuesto, como toda la buena literatura para niños (Galicia es una potencia), la lectura de estos textos es un prodigio para cualquier edad. Solo es cuestión de sensibilidad. Ahora se reeditan los trabajos de Ana María Matute. Este abril ven la luz El saltamontes verde y Solo un pie descalzo. Pero la editorial piensa recuperar sus relatos más destacados. Ana María Matute siempre sorprende. Lo hace con sus novelas desde Primera memoria a Olvidado rey Gudú, y hechiza todavía más con sus pequeñas historias sobre niños maravillosos. Dice Ana María que ella empezó a escribir con cinco años para superar la timidez y la tartamudez. Dice también que está encantada de tener el sillón con la letra más rara, la k, en la Real Academia. Hay una ternura imposible de apagar en esa historia de la niña Gabriela, que solía perder a menudo un zapato y a la que los mayores reñían por su descuido. Hasta que Gabriela descubrió que con un zapato solo ella podría cruzar una puerta hacia un mundo mágico. Si se puede escribir con una esponja, Matute lo hace.